Serie: Breaking Bad
Temporada: 5
Capitulo Nº: 15
Titulo Capitulo: Granite State
Fecha de Emisión: 22/09/2013
Después de conseguir un record absoluto de valoraciones positivas en la historia de la televisión gracias a 5×14:Ozymandias y de ser reconocida (al fin) en los Emmys como la mejor serie dramática del momento, Breaking Bad encara su tristemente anunciada recta final. Y lo hace con personalidad, sin traicionar en ningún momento su libro de estilo, fieles a si mismos y a lo que ha caracterizado a la serie desde sus comienzos. Alternancias calculadas entre calmas y tormentas, entre brisas y huracanes, entre reposo y la más desquiciada de las locuras. Recordemos que Breaking Bad comenzó siendo una tragicomedia sobre un profesor de instituto que recurre al tráfico de drogas (aunque él «solo» cocine) para dejarle dinero a su familia una vez fallezca. Los 47 minutos del episodio eran ocupados en su plenitud por conversaciones entre personajes o momentos en solitario de Walter White que le servían para crecer internamente y, de paso, familiarizarnos con su manera de entender la vida. Paulatinamente, y a medida que se fueron incorporando gangsters mexicanos y némesis del personaje principal, Gilligan se decidía a incluir alguna que otra escena de acción, un tiroteo o simplemente tramos de tensión insostenible. Básicamente, para subir el nivel de adrenalina y recordarnos que el peligro acecha en cada esquina a nuestros protagonistas Walt y Jesse. Pero esos momentos marcaron una evolución que se antojaba entonces complicada, pues tratándose de un drama con tintes cómicos, se corría el riesgo de que la acción engullera el tan esforzado y conseguido tono trágico, que a esas alturas era ya muy personal. Pero no solo no se convirtió en un riesgo sino que dichas escenas encajaban como un guante y proporcionaban a los guionistas nuevas armas que almacenar en su contundente arsenal. Es por ello por lo que personalmente sigo encontrando los episodios serenos y sosegados los «originales» de la serie, mientras que los maravillosos instantes de violencia son la excepción en un relato repleto de escenas míticas e icónicas protagonizadas por los personajes y sus encuentros verbales. No obstante, como se ha demostrado en una cantidad incesante de ocasiones, cuando Breaking Bad se acelera y se vuelve incontrolable, nos brinda minutos de agitación e inquietud colosales. Por eso mismo aplaudo y admiro la decisión de Gilligan y Peter Gould de no querer prolongar innecesariamente el altísimo ritmo de 5×14:Ozymandias en este episodio. Ozymandias es único y lo que tocaba en este Granite State era estudiar a los personajes, sus actuales estados psicológicos, sus estados de ánimo, sus motivaciones, sus puntos débiles, sus posibles salidas y sus posibles finales. El tratar de diseccionar el porqué y el cómo de los que quedan en pie a través de la introspección del relato, interiorizar para que la manifestación tangible de esas reflexiones posean lógica e interés y no parezcan simples arrebatos de cólera. Y si de eso se encarga Peter Gould, el resultado satisfactorio está más que garantizado. Gould ha escrito, entre otros, los brillantes 2×03:Bit by a Dead Bee, 3×12:Half Measures (junto con Sam Catlin), 4×10:Salud (junto con Gennifer Hutchison), 5×03:Hazard Pay o 5×09:Blood Money. Episodios que destacan por uno u otro motivo, ya sea por su minucioso tratamiento de personajes o por su capacidad para incluir puntos de no retorno totalmente racionales para los personajes.
Hablando de puntos de no retorno se me viene a la cabeza el nombre de Todd. Es evidente que el suyo se produjo antes de aparecer en la vida de Walt y Jesse, pero ¿Cuándo exactamente? ¿Qué lo provocó? Porque al hablar de la maldad de Walt o de las malas decisiones de Jesse, sabemos a que atenernos porque nos lo han mostrado, hemos sido partícipes. Sin embargo, la evolución de Todd viene de lejos, podría decirse que, si en algún momento fue una persona normal (cosa que dudo al ver a su tío Jack) y ha sufrido una transformación, su estado actual es Heisenberg 2.0. Pero peor. Mucho peor. Porque no tiene límites, no tiene objetivos ni excusas que justifiquen sus crímenes, sino que comparece ante nosotros como un psicópata sin escrúpulos y unos códigos éticos indefendibles. Tal vez simplemente es honesto consigo mismo al no tratar de ser lo que sabe que no es, una persona corriente, y acepte sin ningún tipo de reparos su condición de hijo de Lucifer. Su sonrisa al oír los lamentos de Jesse al narrar como mató al niño de la bicicleta en el atraco al tren, congela la sangre. Sus garras se han extendido ya hacia Walt, Jesse, Hank, Skyler, Holly, Marie, Mike, Lydia e incluso Andrea. No se corta, no pregunta las cosas dos veces y no le asusta tomar la iniciativa. Aparte, su perversidad no es fruto de la rabia o de la frustración, sino que hace de la fría premeditación su modus operandi. Lo que más me impresionó no fue que matara a Andrea (jamás dudé que fuera capaz, es obvio conociendo al personaje), sino que se sentara al lado de Jesse en el coche un segundo después de volarle la tapa de los sesos a una de las dos únicas personas por las que Jesse estaría dispuesto a morir. Detalle de cabronazo de los gordos. Y todo por Lydia, por la mujer de la que se ha encaprichado, porque como bien le dice su tío Jack, dinero tienen hasta reventar con los barriles de Walt. ¿Es por tanto el asesinato de Andrea un crimen pasional? ¿Mata Todd con una excusa en su cabeza? Podría ser, si no fuera por el hecho de que disfruta, a pesar de que le suelte a Andrea antes de morir que no es nada personal. Todd goza tanto con esto como amenazando de muerte a Holly delante de Skyler. No lo hace a su pesar, sino que más bien parece agradecido al cielo por tantas oportunidades para descargar su maldad. Aún así, Todd es capaz de sentir admiración por las personas que le rodean, como es el caso de su tío Jack, Lydia o el propio Walt. Esa es la salvación de Holly y Skyler (a pesar de la insistencia de su amada Lydia en liquidarla), y es la razón por la que Walt aún posee un barril repleto de dinero de la droga. No sucede lo mismo con Jesse, al que desprecia por débil y timorato, por lo que no duda ni un segundo en castigarle con la muerte de Andrea. También es interesante la relación entre Lydia y el propio Todd. Lydia es una superviviente, al estilo Saul Goodman, erigiéndose en una especie de viuda negra de los negocios. Recordemos a Gus, Mike, Declan (los tres muertos), Walt (fuera del negocio) y ahora Todd. ¿Será Todd quién termine ajusticiando a la codiciosa intermediaria ante la negativa de esta a iniciar una relación amorosa? La reunión de ambos en la cafetería (como antes sucediera con Mike o con Walt) podría pasar por una relación madre-hijo si no fuera por el contexto criminal. Hasta que Todd, y esto define al personaje de Lydia, presume del 92% de pureza de su metanfetamina y de recuperar su famoso color azul. Los ojos de Lydia se transforman en el símbolo del dólar y la mente enferma de Todd aprovecha para quitarle una pelusilla de la chaqueta…
El perfil criminal de Todd es el de alguien violento, sádico e impasible. Pero también hay otros. Otros como el misterioso hombre de las aspiradoras de Saul Googman, sutilmente interpretado por Robert Forster (Ed en la serie), que realmente se dedica al negocio de las aspiradoras para desilusión de Goodman. Tanto Ed como Gus Fring dirigen (o han dirigido en el caso de Fring…) negocios-tapadera reales, que les mantienen ocupados la jornada laboral completa (como también intentó sin éxito Walt), lo que les hace mantener un bajo perfil nada sospechoso. La desmitificación de este tipo de delincuente choca de forma abrupta con la representación del criminal latino como Tuco o Don Eladio, más dado a la extravagancia simplemente por su razón de ser, su propia idiosincrasia. En este caso, es extraño comprobar como a pesar de los esfuerzos de Walt por seguir y superar el modelo de Gus Fring, termina adoptando comportamientos radicales propios del Cártel, saturados de violencia y de daños colaterales incontrolados. Volviendo a Ed, incluso Saul ha tenido que recurrir a él (lo que parecía natural, tarde o temprano), compartiendo techo con Walt. Es llamativo el cambio de actitud de Saul, llegando a parecer la voz de la razón, encarnando al sentido común e instando a Walt a que se quede y se entregue por su familia, que afronte las consecuencias (como le dijo el desaparecido Hank) y que disfrute de su fama a lo Dillinger durante el tiempo que le quede. Si Saul ha sobrevivido al Cártel, Gus, Mike y cía no es precisamente por su fidelidad y compañerismo y, como es lógico, abandona a Walt para sobrevivir. Es cierto que ha cobrado a Walt hasta por respirar a su lado, pero teniendo en cuenta su particular identidad, ha permanecido con él más tiempo del que sus inicios hacían presagiar (amenazas aparte, claro). Su última frase antes de marcharse («se acabó») suena a despedida de Breaking Bad, y es casi seguro que no nos volveremos a encontrar con él hasta el estreno de Better Call Saul. En esos momentos, Walt intenta recurrir a Heisenberg para que el abogado se quede con él, pero la comparación con la escena final del 5×01:Live Free or Die es muy dolorosa. El cáncer ha vuelto y Walt está solo, sin fuerzas y sin un plan definido. «Nothing beside remains» (no queda nada a su lado) rezaba Ozymandias, y es momento para una redefinición de objetivos para Walter White, y para reelaborar por última vez el personaje de la mano de Gilligan y Gould. Walt es, ahora más que nunca, un personaje contradictorio. Acorralado, hundido, moribundo y rabioso, parece planear su última partida de ajedrez con la vida, pero el freno que no le permite avanzar no se llama Skyler, D.E.A., ni siquiera el mismísimo cáncer, sino Walter Hartwell White. Es cierto que la inteligencia y la astucia desarrollada por Walt durante cinco temporadas venía de serie, pero también lo es que Heisenberg le ha proporcionado un medio donde utilizarlo, ha sido su motor desde que el ex-profesor de química se embarcó en esta peligrosa aventura. Heisenberg, representado en ese ilustre sombrero negro, le ha otorgado confianza en si mismo, la facultad de mirar al resto de hombres a los ojos y pavonearse ante ellos como el rey del mambo. Su buen hacer cocinando metanfetamina terminaron de construir la leyenda. Gracias a eso ha llegado a comandar un imperio y demostrado a si mismo y al resto su valía. Pero las consecuencias de las andanzas a lomos de Heisenberg hace tiempo que explotaron y salpican a todo el mundo. Le han costado su familia, su dinero y su nombre. Por lo que,a pesar de que el propio Heisenberg intenta dominar a Walt a petición de este para vengarse de Jack y los suyos, los últimos errores pesan demasiado. Ya se sabe terrenal, vulnerable y el abandono del hogar pesa demasiado en las espaldas de un hombre que por fin había aprendido a caminar erguido.
Walt comienza su estancia en el exilio con un pensamiento muy claro:vengarse de Jack, recuperar su dinero y entregárselo a su familia. De hecho, lo primero que hace al llegar a la cabaña es coger unos cuantos miles de dólares para enviárselos inmediatamente. Pero, repito, el poder de Heisenberg no tiene suficiente fuego como para quemar los miedos de Walt, que personifica su barrera mental en un largo camino nevado que tardará dos meses en atreverse a cruzar, lo que me trajo a la mente el Silencio de Jean-Louis Trintignant en Il grande silenzio (Sergio Corbucci, 1968), sobre todo por lo atípica que es la nieve en una serie tan desértica como Breaking Bad (como en su día fue ubicar un western en la nieve, como hizo Corbucci). Después de tanto Heisenberg, de tanta locura y arrogancia, volvemos al Walt del principio, frágil, decadente, ejemplificando el ocaso de un mito fugaz que ahora mendiga compañías de extraños a diez mil dólares la hora. Lo peor de todo es que no solo no ha conseguido su objetivo de dejar asegurada a su familia tras su muerte, sino que le ha costado la vida a Hank, ha destruido la unidad familiar y la situación económica de Skyler (que despacha taxis para ganarse la vida) y sus hijos es considerablemente peor que si hubieran tenido que hacerle frente a la deuda por el tratamiento del cáncer. El acto de rebeldía contra el destino le ha salido muy caro a Walt, que recibe el desprecio de su propio hijo (en una escena desgarradora), sumándose al club de familiares y amigos que le han deseado la muerte, como Hank, Jesse, Skyler y Marie. La situación de Walt no es deseable:exiliado, enfermo, solo, con necesidad imperiosa de compañía hasta de extraños, su familia rota, recibiendo noticias de ella por un extraño asalariado, sufriendo una decadencia diaria producto del cáncer y la desesperanza, con un rechazo total de su familia, sintiendo el desprecio de la sociedad, ignorado por todos y sin metas. Algo que ya anticipaban los cuadros aparecidos en 2×03:Bit by a Dead Bee o 5×08:Gliding Over All, donde un hombre dejaba a su mujer e hijos para emprender un solitario viaje hacia la lejanía del mar. El destino. Siempre el destino. Es todo por lo que ha luchado a lo largo de toda la serie. Cambiar su destino y el de su familia, no resignarse ante las malas cartas que le han tocado jugar (cáncer, penurias económicas, un intelecto desaprovechado, la enfermedad de Walt junior, etc). Su obsesión porque no todo lo que ha hecho sea en vano llega a un punto muerto cuando descubre que su familia no quiere nada de él, solo su cabeza en bandeja de plata. Es el final del viaje, donde ya nada vale la pena, donde los lamentos se pierden en el mismo viento que en su día meció los cuerpos sin vida de los enemigos de Heisenberg. Hasta que el destino, el mismo con el que lleva casi dos años peleando sin descaso, por el que ha cometido crímenes horribles, le presenta una nueva oportunidad de redimirse. Puede que no ante su familia, pero al menos si ante la sociedad que moldeó su carácter. En una nueva conexión entre principio de la serie y su final, Gilligan y Gould recurren a Gretchen y Elliott Schwartz para despertar de una vez por todas al Heisenberg que habita dentro de Walt. El matrimonio intenta desmarcarse del nombre de Walter White, negando incluso su existencia actual y cualquier tipo de participación en la creación de la empresa más allá del nombre. Walt ve en ese matrimonio lo que nunca pudo tener con Skyler por su estupidez, su miedo a arriesgarse y su imperiosa necesidad de vivir al día. Es un nuevo desprecio que la sociedad ejerce sobre el hombre equivocado, que ya ha aguantado demasiado peso en sus espaldas y que, a estas alturas, no va a quedarse parado mientras intentan borrar su nombre. Heisenberg, ahora si, quiere ser recordado. Más que venganza terrenal contra Jack y los suyos, Heisenberg está sediento de justicia poética, de perpetrar un acto que no pueda ser olvidado jamás. El ego y el orgullo herido del rey exiliado (actualmente rey del bosque, como deja claro el ciervo) pueden ser terribles. Y si Heisenberg era peligroso con el obstáculo de cuidar de una familia, ahora que no tiene nada que perder el resultado puede ser espeluznante.
Mientras Heisenberg finaliza el episodio prometiendo un The Searchers (John Ford, 1956) o un Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) para la season finale, Jesse continúa viviendo su «Divina Comedia». Ha abandonado el purgatorio para caer en el más horrible de los infiernos y la situación no hace más que empeorar. El karma aún no ha terminado con él y así se lo hace saber, ya que si enterarse de que Walt dejó morir a Jane no fuera suficiente, Todd acaba con Andrea delante de sus narices. Es el particular Ozymandias de Jesse, que repite la postura y los lloros de su ex-socio, además de estar encadenado y no poder apartar la mirada de su ser querido (Hank en el caso de Walt). Pareciera que Todd y la banda del tío Jack hayan sido enviados a la tierra por el karma solo para poner en su sitio a aquellos que osaron desafiarlo, los que cuestionaron el estatus que les había tocado en suerte. Como dije en mi análisis anterior, la redención que buscaba Jesse para limpiar su conciencia le está golpeando sin miramientos, añadiendo nuevos cadáveres a su atormentada alma. Tanto Jesse como su ex-compañero de fatigas están retenidos en lugares aislados del mundo, con sus propios demonios y con la obligación de enfrentarse a sus miedos para seguir adelante (si es que realmente les merece la pena). Ambos son los reyes a los que Ed hace referencia en su juego de cartas, ambos caídos y recibiendo todo el mal que han causado, con el doble de potencia. Con Jesse nos ocurre algo especial, pues casi nunca lo hemos considerado dueño de sus actos y si una triste víctima más de Heisenberg. Pero, ¿Hasta dónde es esto cierto? Es decir, ¿Realmente se ha visto obligado a cometer esos atroces crímenes de los que ahora tanto se arrepiente? ¿O es que acaso nos avergüenza reconocer qué Jesse es mayor de edad, un drogadicto sin remedio y una fuente constante de problemas? Es fácil decidir que Jesse es el bueno y Walt el malo porque uno tenga remordimientos de manera más inmediata que el otro. Pero en Breaking Bad no hay nadie puro (como Heisenberg se refirió a él despectivamente la temporada pasada), ni siquiera Hank, el hombre moral y recto, cuyas ansias de atrapar a su cuñado le hicieron poner en peligro las vidas de Jesse o Huell, entre otros. A pesar del castigo que está recibiendo, Jesse no es un héroe, sino únicamente un principiante del crimen en comparación con su maestro. Con esto no quiero decir que quiero que los neonazis lo despellejen vivo, ni mucho menos, pero tampoco viene mal recordar como hizo su fortuna y cuanta gente cayó por el camino (y yo quiero que salga vivo y sea el tutor de Brock, que conste). De hecho, tanto Walt como el propio Jesse vuelven a sus orígenes en la serie, a ser presas de otras especies más grandes, a no controlar sus pasos. Es por ello que, muy inteligentemente, Gilligan y su equipo los han colocado a ambos en una posición damnificada perfecta que justificaría cualquier escabechina final, sobre todo si tiene como objetivo Todd y los suyos. Vuelven a ser las víctimas, increiblemente después de todo lo que han hecho, vuelves a estar de su parte y, en un mundo perfecto se reconciliarían para pasar unas agradables horas juntos antes de la muerte de Walt. Pero parece que toda la serie se ha encaminado a este final, a un más que posible duelo al sol entre los dos amigos de la metanfetamina donde solo puede quedar uno, en teoría. Porque el final ya está aquí. La travesía por este camino nos promete un desenlace épico donde Mr. Chips complete la última parte de la transformación en Tony Montana. Hay menos dudas que nunca para los destinatarios de la M60 (neonazis) y el ricino (el propio Walt, ya sin motivos para seguir viviendo después de ejecutar su venganza), aunque también habrá que ver como consigue Jesse llevar a buen puerto su vendetta sobre Todd. Es extraordinario que, después de tantas idas y venidas, después de tanto amor y odio, Walt y Jesse compartan un enemigo final como son Todd y la banda del tío Jack. En cualquier western, ambos se unirían para liquidarlos y posteriormente liarse a tiros entre ellos. Pero, llegados a estas alturas, no me importa que el destino del tren sea Belice o Nebraska (con el amigo Saul). Solo valoro el insuperable trayecto de seis maravillosos años que me han hecho vivir. Ante eso, solo puedo decir:GRACIAS BREAKING BAD, nos vemos en FELINA.
PD1:Aún recuerdo cuando empecé a ver la serie en 2008, cuando era difícil hasta encontrar subtítulos. Jamás imaginé que una historia que me atrajo por ver al «padre de Malcolm» como traficante de drogas, me iba a proporcionar las mayores alegrías de mi vida seriéfila.
PD2:Haciendo gala del peculiar sentido del humor de la serie, la película que Walt puede ver en la cabaña es Mr. Magorium’s Wonder Emporium (Zach Helm, 2007). Repetida. Referencia negrísima a su desaparecido imperio de la droga. Impagable.
PD3:Fue nombrar Saul la Ley RICO y acordarme de mis añoradas The Sopranos y The Wire…
PD4:Breaking Bad ya tuvo su particular Pine Barrens (The Sopranos, 3×11) con 2×09:4 Days Out, pero aún así este Granite State guarda cierta semejanza con aquel excelente capítulo de The Sopranos…
PD5:Walt con la capucha me ha recordado a Mike en aquel episodio de la cuarta temporada (no recuerdo exactamente cual era) donde liquidaba a gente del Cártel desde un camión frigorífico.
PD6:Situaciones pequeñas como la caída del anillo de Walt del dedo son las que hacen grandes a Breaking Bad. No se puede decir más con menos.
PD7:Aplauso de dos horas para la música de Dave Porter, otra vez. Sobre todo la del final del episodio, en un autohomenaje brutal a la serie.
PD8:Hace tiempo dije que Breaking Bad acabaría con Walter White vivo, rodeado de su dinero y con su familia muerta o desaparecida (en cierta forma, lo está). Hoy me atrevo a apostar a que cuando acabe la serie, Walt va a seguir vivo y que morirá de cáncer, solo que no lo veremos.
Promo del próximo capitulo
A mí también me ha encantado que se tomen su tiempo en este episodio. Esta quinta temporada nos ha reunido a dos amigos, a mi pareja y a mí para verla cada lunes, y ya comenté con ellos que yo deseaba un 5×15 «tranquilo» (si es que se puede considerar así), entender a los personajes una última vez antes de desaparecer… Qué ganas de ver el final y qué pena de no ver más Breaking Bad…
Yo, por contra, no tengo nada claro el ricino y la M60. Sigo con alguna que otra duda… no le hace falta el ricino para suicidarse, hay formas más simples (y no le veo tan incapaz o temeroso de seguirlas). Y no sabe que Jesse sigue vivo. Argh, hasta el último episodio dejándonos con las uñas cortas. Maldito Vince.