La lealtad del mejor agente de los servicios británicos, James Bond (Daniel Craig), hacia su superiora M (Judi Dench) se verá seriamente puesta a prueba cuando el pasado de ella vuelve para atormentarla. El MI6 sufre un ataque, y 007 debe localizar y destruir la amenaza, liderada por el villano Silva (Javier Bardem), y en la que contará con la ayuda de la agente Eve (Naomie Harris).
Título: Skyfall
Título Original: Skyfall
Director: Sam Mendes
Guion: Neal Purvis, Robert Wade, John Logan (Personaje: Ian Fleming)
Musica: Thomas Newman
Fotografia: Roger Deakins
Productora: MGM / Columbia Pictures / Albert R. Broccoli / Eon Productions / B23
Año/País: 2012 / Reino Unido
Duración: 143 min.
Género: Acción. Thriller | James Bond. Espionaje
Reparto: Daniel Craig, Judi Dench, Javier Bardem, Ralph Fiennes, Naomie Harris, Bérénice Marlohe, Albert Finney, Ben Whishaw, Rory Kinnear, Ola Rapace, Helen McCrory, Nicholas Woodeson, Elize du Toit, Ben Loyd-Holmes, Tonia Sotiropoulou, Orion Lee
Web oficial: http://www.skyfall-movie.com/site/
Enlace IMDB: http://www.imdb.com/title/tt1074638/
Puntuación IMDB: 8,4/10
Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-145646/
Puntuacion Sensacine.com: 3,5/5
La lealtad del mejor agente de los servicios británicos, James Bond (Daniel Craig), hacia su superiora M (Judi Dench) se verá seriamente puesta a prueba cuando el pasado de ella vuelve para atormentarla. El MI6 sufre un ataque, y 007 debe localizar y destruir la amenaza, liderada por el villano Silva (Javier Bardem), y en la que contará con la ayuda de la agente Eve (Naomie Harris).
«Aunque mucho sea tomado, mucho queda. Y aunque no tenemos ahora el vigor que antaño movía los cielos y la tierra, lo que somos, somos; un espíritu ecuánime de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero fuerte en voluntad para combatir, buscar, encontrar y no ceder». Este famoso poema de Lord Alfred Tennyson, ilustre poeta inglés de la época victoriana, recitado por M en una poderosa escena del nuevo largometraje de James Bond, resume a las mil maravillas el espíritu de esta entrega:combativo, crepuscular, generacional y dramático. Porque si de algo trata esta nueva aventura del agente con licencia para matar es sobre el ocaso que lleva consigo un duro y triste relevo generacional. El paso del tiempo es inexorable en todos los ámbitos de la vida, máxime en un entorno donde un buen estado físico marca la diferencia entre estar vivo o muerto. Las incontrolables ansias de jubilar lo ya usado (sea viejo o no) por algo completamente nuevo (sea útil o no) amenaza directamente la vida de James Bond y M, cuyos tiempos de gloria parecen estar ya muy lejanos. Pero, ¿es la sustitución de la experiencia por las nuevas tecnologías o los jóvenes la solución a todos nuestros problemas? En mi opinión, no. Los guionistas Neal Purvis, Robert Wade y John Logan juguetean durante toda la película con la competencia y el enfrentamiento entre lo tradicional y lo moderno que, paradójicamente, es la esencia imprescindible que origina el desarrollo. La sustitución del elemento en decadencia, cercano a la muerte, por el que emerge con fuerza da lugar al progreso, pero sería un error elogiar a este último en detrimento del sustituido ya que su existencia atesora una base recíproca del que ambos se alimentan. En algún momento, lo nuevo será viejo y sufrirá ese mismo proceso desde una perspectiva diferente, lo que constituye la ley de la negación de la negación, clave en la evolución del propio ser humano. En este caso, el inteligente libreto bien exprimido por San Mendes, se decanta por una fructífera mezcla de ambas, tanto de tecnología como de lo puramente físico, futuro y pasado unidos a la fuerza en un caótico presente. Mendes, capacitado donde los haya para manejar los aspectos dramáticos de un personaje (ahí están American Beauty, Road to Perdition o Revolutionary Road para confirmarlo) aprovecha esta coyuntura para ahondar en ello y aportar su visión al ocaso y reinvención del héroe. Alejado de lo que hiciera Nolan en su The Dark Knight Rises con Batman/Bruce Wayne pero con cierta similitud en el fondo (que no en forma), el director de Jarhead apuesta por insertar la redención física y profesional del célebre agente durante todo el metraje, huyendo de la fragmentación episódica que llevara a cabo el autor de Following en la tercera parte de las aventuras del hombre murciélago. De esta forma se asegura una mayor construcción dramática de su protagonista sin ralentizar la trama y nos permite ser testigos de primera mano de esa lucha interior de Bond por volver a ser Bond, James Bond.
Las intenciones regenerativas del film se dejan claras desde el primer minuto, con esa distorsionada y borrosa aparición de nuestro héroe partiendo de las sombras, claro reflejo de un pasado turbio y doloroso que anticipa un presente y futuro cuanto menos inciertos e imprevisibles. Asistimos al nacimiento de un nuevo Bond (para lo bueno y para lo malo), más sensible a fuerza de padecer en su última relación sentimental, vulnerable psicológicamente y con una máscara de autodefensa de quita y pon que le es ciertamente difícil manejar. Las arduas cuestiones morales a las que M se enfrenta no le ayudan precisamente, siendo obligado a elegir constantemente entre la verdad y la verdad de M, autoengañándose para evitar el dolor que una posible traición podría provocarle. Por lo tanto, Mendes nos plantea en Skyfall un dramático duelo/unión entre los personajes brillantemente interpretados por Daniel Craig y Judi Dench, casi a modo de tragedia madre/hijo, anteponiendo el diálogo y un cuidado tratamiento narrativo a la acción. Apuesta por dibujarlos como personas y no como símbolos, algo poco o nada habitual en la serie basada en las novelas de Ian Fleming, donde las mujeres, el dinero, el juego o los asesinatos apenas dejaban espacio para explorar el perfil psicológico de sus protagonistas (sin ser esto una crítica, ya que casi todas las películas llevadas a cabo a partir de sus obras son ejemplos de entretenimiento de primer nivel). Sin embargo, cuando Mendes se anima a alterar las revoluciones del relato, demuestra que puede construir espectaculares escenas de acción. Valga como evidencia la sensacional y grandiosa secuencia de inicio con una trepidante persecución y un original uso de los trenes y las excavadoras. Nada que envidiar al vertiginoso comienzo de la que, bajo mi punto de vista, sigue siendo la mejor película de la saga (por muy poco, también sea dicho):Casino Royale. Me llama la atención el diseño de los combates cuerpo a cuerpo, no tan modo Bourne como si eran Casino Royale y Quantum of Solace. Parece que MGM quiere recuperar las raíces de Bond, acusado estos últimos años de tomar demasiado en consideración el estilo seco y directo de las peleas de la excelente saga del agente Bourne (responsable directa del lavado de cara del cine acción de nuestros días, para bien, y si no que se lo pregunten a Jason Statham) y se decanta por el ensalzamiento del físico respecto a los objetos, promoviendo una clase de combate más arcaico, pero ni mucho menos por ello menos atractivo y chocante.
Mendes saca partido a la agitada vida personal y profesional de M poniendo encima de la mesa un enemigo invisible, sin rostro conocido hasta bien entrado el segundo acto, atraído por el afán de venganza. El peligro es la sombra, el humo, el aire, el ambiente…representado en una guerra cibernética que alude indirectamente al conocido miedo de los países del primer mundo a una guerra bacteriológica o con armas nucleares, algo totalmente indefendible. Echando un vistazo a la historia, es un temor remoto pero posible y, desde luego, apocalíptico. Desde el uso de víctimas de peste infiltradas para contagiar al enemigo en el 1500-1200 a.C., a la guerra entre China y Japón entre 1937 y 1945 en la que los japoneses experimentaban con los prisioneros chinos el uso de pulgas infestadas de la peste bubónica o la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética con continuadas amenazas de ataques biológicos, es evidente que no hay mayor miedo que el que no se ve a simple vista. El síndrome 11-S se encuentra muy vivo en nuestro recuerdo y Mendes lo sabe, como también lo sabía Nolan (segunda vez que le nombro y no sin motivo) al otorgarle casi protagonismo absoluto al anárquico Joker en The Dark Knight, consciente de que el ataque calculado e injustificado es muy poderoso, innegociable. En este caso, Raoul Silva, el villano interpretado magníficamente por Javier Bardem (VOSE, por favor) si que goza de motivos personales para perpetuar una cruel venganza contra M, pero comparte la composición animal y suicida del antihéroe de Batman. Sus calculados y certeros ataques contra el MI6 provocan una serie de acciones-reacciones desesperadas y descarnadas, donde Silva se mueve como pez en el agua. Después del chasco de Mathieu Amalric en Quantum of Solace, Bardem crea un personaje complejo, limitado por los cánones del género y la previsible comercialidad del producto, si, pero no obstante perturbador, ambiguo (en el sentido más sexual de la palabra…piensen mal y acertarán) e inquietante merecedor de algunos minutos más en pantalla. Asimismo, la cinta presenta atractivos nuevos personajes (algunos con sorpresa…) con las caras de Ralph Fiennes, Naomie Harris o Ben Wishaw (amén de un entrañable Albert Finney, siempre estupendo), que ponen de manifiesto la superioridad británica respecto al resto del mundo en materia interpretativa.
El director de Away we go pone especial interés en desmarcarse del resto de películas Bond, aún sin olvidar ni por un segundo la clase de producto que está realizando y el público al que va dirigido. A Mendes le atrae el interior de unos frágiles emocionalmente hablando Bond y M y de ahí la decisión de aislarlos físicamente del resto de personajes e incluso de la trama, centrándose por unos momentos en indagar en sus pensamientos, sus miedos, sus deseos y sus debilidades. Es ahí cuando disfrutamos de un 007 relajado, cercano, muy humano (nunca le hemos visto así en sus cincuenta años de vida), una deconstrucción de la persona que forjó al héroe y que siempre se nos ha negado en pos del espectáculo. Michael G. Wilson y, sobre todo, Barbara Broccoli, ambos productores de Skyfall, buscaban algo especial para celebrar el cincuenta aniversario de la saga de espías más popular de la historia del séptimo arte y darle un toque más personal y honesto. De ahí la contratación de San Mendes, experto en representar como nadie las relaciones humanas en pantalla. El director traspasa el componente psicológico a lo físico y viceversa continuamente, llegando incluso a confinar a sus dos protagonistas en espacios cerrados durante casi todo el tercer acto para facilitar la exteriorización del interior (donde el film bebe de producciones como Straw Dogs, Rio Bravo, El Dorado o Assault on Precinct 13). A pesar de ese cuidado en lo exclusivo, el bueno de Sam lanza guiños a otras cintas como For Your Eyes Only u Octopussy, siempre con un característico humor inglés, más presente de lo podría esperarse de un proyecto Bond. Pero si hay algo que destaque, partiendo de un elemento clásico y típico del agente 007, es la espléndida canción de la no menos estupenda Adele, titulada igualmente Skyfall. Pasa automáticamente a convertirse en una de las mejores de toda la serie, junto con You Know my name de Chris Cornell y Live and let die de Paul McCartney & Wings. Por otra parte, Thomas Newman toma el relevo del habitual David Arnold en labores de compositor musical con un notable resultado, adaptándose a las reglas no escritas de la serie sin dejar de lado su peculiar e inconfundible estilo. Notable es también la puntuación que alcanza el film, con un Daniel Craig en estado de gracia que iguala a Sean Connery como icono Bond y todavía cuenta con dos películas más (mínimo) para tratar de superar al mítico escocés. A riesgo de parecer un sacrílego, apuesto por el inglés.
Nota: 8/10