Reseña: ‘Man of Steel’ (2013)

Clark Kent (Henry Cavill) es un joven periodista que posee poderes sobrehumanos. Cuando era un niño, fue enviado a la Tierra desde Krypton, un lejano planeta muy avanzado tecnológicamente, Educado en los valores de sus padres adoptivos, Martha (Diane Lane) y Jonathan Kent (Kevin Costner), llega a la conclusión de que esos poderes le exigen grandes responsabilidades: no duda entonces en transformarse en Supermán, el Hombre de Acero, para proteger no sólo a los que quiere, sino también para representar una esperanza para el mundo.

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Ficha Técnica

Título: El Hombre de Acero

Título Original: Man of Steel

Director: Zack Snyder

Guion: David S. Goyer (Historia: David S. Goyer, Christopher Nolan)

Musica: Hans Zimmer, Junkie XL

Fotografia: Amir Mokri

Productora: Coproducción USA-Canadá-Reino Unido; Warner Bros. Pictures / Legendary Pictures / Atlas Entertainment

Año/País: 2013 / Estados Unidos

Duración: 143 min.

Género: Ciencia ficción. Acción. Drama | Superhéroes. Cómic. DC Comics. 3-D

Reparto: Henry Cavill, Amy Adams, Russell Crowe, Michael Shannon, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Diane Lane, Ayelet Zurer, Christopher Meloni, Antje Traue, Jadin Gould, Tahmoh Penikett, Michael Kelly, Dylan Sprayberry

Web oficial: https://www.facebook.com/elhombredeacero

Enlace IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0770828/

Puntuación IMDB: 8,1/10

Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-123348/

Puntuacion Sensacine.com: 4/5

Crítica

Nueva batalla en la guerra entre DC Comics y Marvel Studios por el dominio de la taquilla, el reconocimiento del fan incondicional y, aunque parezca mentira, por la aceptación crítica. Mucho se ha hablado de este duelo entre colosos y lo que ello ha provocado:carteleras de verano pobladas de superhéroes, grandes directores, guionistas y actores implicados, y adaptaciones de cómic de todo tipo. Las hay buenas, las hay malas, humorísticas, fieles al original, reboots, con grandes villanos, en 3D, etc. Pero, una vez más, si hay alguien que cambió no solo el cine de superhéroes sino el cine de acción en general, ese es Christopher Nolan y su franquicia sobre el hombre murciélago encarnado por Christian Bale. No voy a volver a profundizar en la figura de Nolan (básicamente porque lo hice muy recientemente en la crítica de The Dark Knight Rises) pero si en el movimiento de la Warner Bros por volver a reunirlo con David S. Goyer e incluir en la ecuación a Zack Snyder. Es incuestionable que lucir en los carteles publicitarios «del director de The Dark Knight» da mucho juego pero, más allá de cuestiones puramente financieras, el objetivo era repetir la fórmula del éxito empleada en Batman. Tono serio y solemne, reformulación de la épica, villano de altura, planteamientos morales o la humanización del héroe, entre otras cosas. Para eso tienes a Nolan y Goyer, máximos responsables junto a Jonathan Nolan de uno de los mayores triunfos taquilleros de la historia del cine. Pero, ¿Y Zack Snyder? ¿Qué aporta a priori? Si revisamos fugazmente la carrera de Snyder nos encontramos con que su auténtico fuerte es su arriesgado estilo visual, que integra en la propia narración y se hace indivisible de la propia historia. Nadie se imagina Blade Runner (Ridley Scott, 1982) con otra estética, es parte fundamental de su encanto y aplauso generalizado. Snyder obra de igual forma en cada una de sus películas, aunque no siempre le haya salido bien la apuesta. Consiguió adaptar la novela gráfica maldita e inadaptable, Watchmen (2009), con un resultado pocas veces visto en pantalla, en la que yo considero su auténtica obra maestra. Al igual que ocurría con 300 (2006), donde la sangre y la violencia mutaron en rabioso y armonioso arte, guiando al siguiente nivel lo que los hermanos Wachowski habían engendrado siete años antes con Matrix (1999). Incluso en tropiezos como Legend of the Guardians (2010) o Sucker Punch (2011), las críticas coincidían en destacar su innegable talento para con los efectos especiales y su exclusivo sentido de la estética. En su ópera prima, Dawn of the Dead (2004), se apoya en una excelente fotografía de Matthew F. Leonetti, confirmando que, de una u otra forma, siempre ha cuidado el aspecto formal de sus películas. Es por ello que se suponía el director indicado para devolver la gloria a uno de los personajes icónicos del cómic y de la televisión:Superman. Y si de algo no podemos acusar a Snyder es de no dejarse toda la carne en el asador, de no buscar diferentes alternativas para sorprender al espectador y de usar absolutamente todos los elementos a su disposición.

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Snyder empieza fuerte con un prólogo donde combina con pericia y equilibrio la acción más espectacular y el drama familiar íntimo (no lo volverá a hacer hasta el final de la película), además de presentarnos de forma contundente al villano de la función, un Michael Shannon muy cómodo en su papel (con ese físico tan característico, era carne de villano de Hollywood más pronto que tarde). Es en este tramo donde aflora el verdadero Snyder y se permite el lujo de finiquitar dicha presentación con una eficaz elipsis temporal de treinta y tres años a lo 2001 (Stanley Kubrick, 1968). Los problemas surgen de lo que viene a continuación, pues toda esa fuerza y rabia inicial queda anestesiada por un drama familiar y personal reiterativo y reincidente en sus defectos. Es momento para narrar los inicios de Superman y el método elegido para ello no podía ser más erróneo, pues Goyer y Snyder deciden estirar en demasía este proceso mediante la utilización de flashbacks. Es cuanto menos cuestionable la exagerada duración de la etapa inicial del héroe, máxime cuando en el fondo y en lo psicológico, no se atisba una gran diferencia con los traumas y cuestiones morales de Spiderman, Batman y cía. En estos años hemos tenido la oportunidad de contemplar el origen de muchos superhéroes, el porqué de sus poderes o miedos, y es por ello por lo que creo que Snyder y Goyer, creyendo que tenían entre manos un material más original de lo que realmente es, han optado por desechar la acción durante ochenta minutos y centrarse únicamente en el personaje. Y eso está muy bien. Pero como dije antes, no en esos términos. No recurriendo constantemente a flashbacks explicativos, fatigosos y aburridos que lo único que consiguen es ralentizar la trama e impedir que la narración se desarrolle. Realmente, el montaje en flashbacks es la narración, por lo que se produce un contrasentido alarmante, ya que de lo que depende la historia para avanzar es de la mayor rémora del film. Lo que viene a ser tener el enemigo en casa. De hecho, cuando los blandengues momentos familiares de la película dejan paso a algo más interesante, inmediatamente es cortado por un flashback, en lo que parece ser algún tipo de broma interna de Snyder y cía con el espectador como víctima. Durante uno de esos momentos en los que las charlas trascendentales bordean lo paródico, tuve tiempo de montar mentalmente la acción de manera lineal en mi cabeza. Para mi sorpresa, desechando las alteraciones temporales y ejecutando el relato a la manera tradicional, la proporción entre drama y acción hubiera dado lugar a resultados más ecuánimes y, por lo tanto, más digeribles. El excesivo tembleque de cámara (tan de moda últimamente en Hollywood), los innecesarios reencuadres y el abrir/cerrar plano de manual, consiguen el efecto contrario al de los motivos de su utilización, torpedeando en parte la correcta percepción de la acción.

Man of Steel

Una de las polémicas que ha suscitado esta nueva versión del hombre de acero es su semejanza con Jesucristo. Me parece una controversia algo vacía y para nada decisiva, pues es cierto que ambas personalidades, tal como fueron creadas y narradas en su día, guardan cierta similitud el uno con el otro. No es menos cierto que Goyer y Nolan exageran en demasía estos paralelismos (Superman tiene treinta y tres años, hace el gesto de la cruz con su cuerpo en repetidas ocasiones, el componente mesiánico inherente a su trauma, su sacrificio por la raza humana, el factor profético de las apariciones de su padre Russell Crowe o su padrastro Kevin Costner, etc) pero no resultan un lastre ni una aportación resolutiva. Mucho más engorroso me parece el tono solemne y grave que inunda el film desde su comienzo hasta el final. Todos esperábamos esta característica al contar con Nolan en la producción y en la creación de la historia, pero realmente Goyer no calcula bien hasta donde le permite ir este personaje que, recordemos, no es Batman. Sus historias pueden ser similares (soledad, traumas familiares, grandes oponentes) pero Man of Steel carece enteramente de humor (el primer chiste se produce en el minuto 110 aproximadamente…), secundarios carismáticos o un clímax construido desde las bases. El drama debe respirar de alguna forma, y ya que Snyder decide que desde el prólogo hasta la siguiente escena de acción destacable transcurran ochenta minutos, quizás alguna subtrama más ligera, irónica o simplemente evasiva hubiera funcionado como válvula de escape y los elementos dramáticos no se hubieran agotado tan rápido por sobreexposición. Este vacío es lo que motiva que la música de Hans Zimmer y Junkie XL se consuma en escenas parcialmente normales (o, por lo menos, donde no hay tensión o peligro) para paliar la falta de emoción de las imágenes, llegando a atronar sin el menor sentido en algunos momentos. Por otra parte, aquí no hay ningún Morgan Freeman, Michael Caine o Gary Oldman que nos enamore completamente, pues los papeles de Kevin Costner, mi idolatrado Russell Crowe, Diane Lane o Laurence Fishburne son exageradamente serios, al igual que su soso protagonista, un Henry Cavill que se encarga de lucir como nadie sus músculos pero que no consigue transmitir un poquito de empatía (el mal del Hollywood moderno, donde los protagonistas de sus Blockbusters son auténticos palos como Chris Evans, Chris Pine o Chris Hemsworth). No ayuda el hecho de que las conversaciones pretendidamente profundas se produzcan entre susurros o con una entonación tremendista que parece salida de un anuncio de UNICEF. Michael Shannon y Amy Adams se erigen en los verdaderos robaplanos de la película, encarando sus personajes con dignidad y consciencia. Es de nuevo en el final, concrétamente en sus últimos treinta minutos, cuando Snyder vuelve a ser Snyder y nos entrega una buena ración de acción de primera categoría, con unos Cavill y Shannon desatados en plan Transformers, arrasando todo a su paso y haciéndonos olvidar, en parte, los soporíferos relatos desdichados que hemos sufrido anteriormente. Eso es lo que pedía a gritos el film:más Shannon, menos charla, más enfrentamientos, más situaciones de peligro, más rivalidad entre el bien y el mal pero, sobre todo, muchos menos flashbacks. A tenor de lo visto en el final, puede que la historia entre Clark Kent y Lois Lane (y el Daily Planet) sea justo lo que la saga necesita para encontrar el tan necesario equilibrio.

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