Reseña: ’12 años de Esclavitud’ (2013)

SANGRE, LÁTIGOS, FASSBENDER Y NIGGERS.

Basada en un hecho real ocurrido en 1850, narra la historia de Solomon Northup, un culto músico negro -y hombre libre- que vivía con su familia en Nueva York. Tras compartir una copa con dos desconocidos, Solomon descubre que ha sido drogado y secuestrado para ser vendido como esclavo en el Sur en una plantación de Louisiana. Renunciando a abandonar la esperanza, Solomon contempla cómo todos a su alrededor sucumben a la violencia, al abuso emocional y a la desesperanza. Entonces decide correr riesgos increíbles y confiar en la gente menos aparente para intentar recuperar su libertad y reunirse con su familia.

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Ficha Técnica:

Título original: 12 Years a Slave (Twelve Years a Slave)
Año: 2013
Duración: 133 min.
País: Reino Unido
Director: Steve McQueen
Guión: John Ridley (Biografía: Solomon Northup)
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Sean Bobbitt
Reparto: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Paul Giamatti, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Brad Pitt, Alfre Woodard, Michael K. Williams, Garret Dillahunt, Quvenzhané Wallis, Scoot McNairy, Taran Killam, Bryan Batt, Dwight Henry
Productora: Fox Searchlight / Summit Entertainment / Plan B / River Road Entertainment
Género: Drama | Esclavitud. Biográfico. Siglo XIX. Histórico
Web Oficial: http://www.foxsearchlight.com/12yearsaslave/

Crítica:

Hay películas cuyo único motivo para existir es la recopilación indiscriminada de nominaciones y premios. Es un tipo de cine descarado en sus intenciones, prefabricado, excesivamente calculado y milimetrado para producir unas sensaciones y emociones que deberían surgir libremente del espectador. Extremely Loud and Incredibly Close (Stephen Daldry, 2011), The Help (Tate Taylor, 2011) o Precious (Lee Daniels, 2009), por ejemplo, formarían parte de ese grupo. Sin embargo, hay otros proyectos que originalmente no parecían encontrarse especialmente preocupados en ese aspecto, pero que han llegado a ser grandes, referentes y justamente valorados por la crítica. Es el caso de Unforgiven (Clint Eastwood, 1992), True Grit (Joel y Ethan Coen, 2010) o Good Night, and Good Luck (George Clooney, 2005). Películas que se hacen grandes, sin nacer pretendidamente grandes. 12 Years a Slave puede dar lugar a engaños por su reparto (Fassbender, Ejiofor, Giammatti, Cumberbatch, Pitt, Dano, etc), por su trailer o por su reconocimiento sin igual entre la crítica cinematográfica mundial. Incluso por algunos momentos excesivamente dramáticos de la cinta, tal vez. Pero si realmente tuviéramos que catalogar a la tercera película de Steve McQueen de alguna forma, sería apropiado utilizar el término Bigger Than Life para ello. Una producción que trata un tema espinoso como la esclavitud, uno más universal como la libertad y, desde luego, la superación personal del individuo ante la sociedad. Todo ello en un escenario histórico como es el Louisiana de 1850 en Estados Unidos. El sur, con todo lo que eso conlleva. En clara consonancia con films como Gone With the Wind (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939), The Best Years of Our Lives (William Wyler, 1946) o Ben-Hur (William Wyler, 1959), 12 Years a Slave hace de la épica un arma potente que le asegura una mejor recepción, pues es un tipo de cine que se introduce en todos tus sentidos casi sin oposición. Es curioso, pues McQueen optó en sus dos propuestas anteriores, Hunger (2008) y Shame (2011), por un estilo más seco y realista, autolimitándose en el aspecto sonoro (que no en el visual) en pos de no interferir en demasía con la historia. Eran dos historias donde el detalle cobraba una importancia vital, con una visión clara y concisa del drama humano representado en su mismo protagonista, un siempre excelente Michael Fassbender. De hecho, a través del paso del actor alemán (aunque criado en Irlanda) por sus tres películas, podemos analizar con más exactitud la capacidad descriptiva y expositiva del director inglés. Recordemos que en Hunger se nos presenta a un hombre destrozado física y moralmente, al límite de sus fuerzas y en un estado mental deplorable por el machaque continuo al que es expuesto por parte de la policía, de la cárcel, recibiendo de golpe y porrazo todo el peso de la ley, de nuestra sociedad. En Shame, ese personaje ha conseguido escapar de su prisión física para quedar atrapado en una psicológica, pues las experiencias del pasado han marcado su destino de manera implacable y han transformado su dolor en insensibilidad. Un muerto viviente que vaga por las calles del descontento, de la decepción más absoluta. Finalmente llegamos a Fassbender en 12 Years a Slave, donde no es protagonista, pero sigue cultivando profundamente el mismo personaje. Actualmente, todo ese dolor e insensibilidad han cicatrizado, transformándolo en un tirano con ansias de venganza contra el mundo. No obstante, sus víctimas no son más que esclavos, papel que desempeñó en Hunger y Shame, recordemos, de diferente forma. El odio a si mismo y a su recuerdo es más grande incluso que su necesidad de revancha. Su castigo a si mismo, al tratarse de un ser insensibilizado, recae sobre otros «Fassbender». La única forma de sentir algo. Este es el personaje clave en las películas de McQueen.
 
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El realizador inglés es un tipo listo que sabe jugar con todos los elementos que la cinematografía le ofrece. Para muestra ese par de planos donde unas escaleras o unas hélices de un barco, objetos inofensivos, modifican su significado natural debido al encuadre o a la posición de la cámara. La anticipación de la tragedia es tan importante como la desgracia en si misma. 12 Years a Slave es un film muy dramático, sensible y exhibicionista. Esto último no tiene porque ser necesariamente un defecto, salvo en algunas ocasiones contadas. Por ejemplo, es cierto que los latigazos te duelen como espectador, son desagradables, te hacen sentir mal porque lo único que puedes hacer es apartar la mirada de la pantalla, aunque eso no hará que desaparezcan. Aún así, a pesar de esos sangrientos primeros planos, personalmente me afectaban más los quejidos y lloros de las víctimas. Sus lágrimas cayendo al suelo. El fiero sonido de los latigazos. La carne muerta. Los ruegos de sus compañeros. Es decir, el sonido. La construcción sonora de esas escenas es un auténtico prodigio de organización y distribución, porque todas las teclas activadas funcionan. Y, lo que tiene más valor, de manera aparentemente natural. Evidentemente no es natural, pero su apariencia si lo es. Cuando McQueen opta por lo directo, crudo y descarnado, la película flota. Vive. Resuena. Es brutal. Cuando decide incluir la (por otra parte estupenda) banda sonora de Hans Zimmer, parece que nos estuviera «vendiendo» el drama. Como si no fuera suficiente con la dureza que vemos en pantalla y necesitásemos un estímulo dramático extra. Evidentemente no es así, y es por eso que el film bordea el tremendismo en algunas situaciones. Exhibe sus tristezas y calamidades en lugar de tan solo mostrarlas. Soy consciente de que esto no va a ser un gran problema para la mayoría (de hecho no lo está siendo para nada) pero, personalmente, me siento más atraído por una historia terrible que se narra mayoritariamente por el devenir de sus personajes, sin ayudas externas. Básicamente porque esta película no las necesita. Por lo tanto, se puede afirmar que el montaje de sonido es excelente, la banda sonora de Zimmer sobresaliente, pero la utilización de la misma «ensucia» un poco el conjunto de las poderosas imágenes mostradas. Porque en el momento en el que todo luce natural, cuando nada ni nadie se esfuerza por hacer la película más dramática de lo que ya realmente es, es cuando emociona de verdad. Ahí es cuando podemos coger los pañuelos y llorar a moco tendido, sobre todo gracias a unos inmensos Chiwetel Ejiofor y Lupita Nyong’o. Ejiofor en el papel por el que será recordado toda su vida, y Nyong’o como prueba fehaciente del talento oculto que queda por descubrir en cualquier parte del mundo.
 
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¿Qué es lo qué hace diferente a 12 Years a Slave respecto a otras películas sobre la esclavitud? En primer lugar, la dureza extrema de sus imágenes la aleja del estilo cartoon de Django Unchained (Quentin Tarantino, 2012), aunque tampoco es una comparación justa por el hecho de que Tarantino edifica su película como homenaje a sus directores favoritos (una vez más) y no se toma en serio en ningún momento el tema de la esclavitud en América (lo que me parece totalmente aceptable y apreciable). Tampoco es Gladiator (Ridley Scott, 2000) o Spartacus (Stanley Kubrick, 1960), pues la película de McQueen está despojada de heroicidad o épica. La obsesión del personaje interpretado por Chiwetel Ejiofor no es sobrevivir, sino vivir. Su meta no es permanecer como esclavo durante años, respirar a toda costa. Él tenía una vida feliz anteriormente, tiene la suerte de tener donde volver, un sitio y un lugar al que llamar hogar. No así Máximo Décimo Meridio. Aquí no se cuestiona en ningún momento la idoneidad de la esclavitud, como ocurría en la reciente Lincoln (Steven Spielberg, 2012), obligada en parte a tratar sobre ello por ser un biopic sobre la persona que liberó a los esclavos. Los personajes encarnados por Fassbender, Giamatti o Dano son mezquinos y crueles, villanos en toda regla. Otros más amables como Cumberbatch simplemente aceptan que esta es la realidad que les ha tocado vivir y, sin aprovecharse de manera abierta de ello, asumen con naturalidad la tenencia de esclavos y su posición en la escala social. Ese es uno de los puntos fuertes del film, las nulas posibilidades de escape y comprensión que sufre nuestro protagonista. Quien no traiciona o engaña, simplemente se lava las manos mientras los años pasan y la desesperación crece tanto en los personajes como en nosotros mismos. Porque, obviamente, estamos de parte de Ejiofor. Aquí no hay posibilidad de elegir entre ambos bandos, pues la historia está enfocada asumiendo que los esclavistas son nefastos para la humanidad y los esclavos víctimas inocentes. No es manipulación ni visión unilateral de la historia, simplemente es sentido común. Así como dudo mucho que alguien se ponga a favor de los nazis en las películas de la Segunda Guerra Mundial, salvo los descerebrados (que los hay). McQueen se beneficia de un reparto de campanillas donde brillan los antes mencionados Ejiofor, Dano, Fassbender y Nyong’o, además de una magnífica Sarah Paulson. También se dejan caer brevemente Giamatti, Cumberbatch, Pitt y, para los amantes de The Wire, Michael K. Williams (nuevamente desaprovechado, como siempre). Es curioso el caso de Brad Pitt, pues después de interpretar en la reivindicable The Counselor (Ridley Scott, 2013) a un canadiense, aquí vuelve a hacerlo. No solo eso sino que efectúa una interpretación a lo Marlon Brando (barbilla fuera, cabeza gacha, buenos diálogos), que es lo que viene realizando estos últimos años. En resumen, 12 Years a Slave es de obligada visión para cualquier amante del cine que se precie, siempre acordándose de comprar una buena cantidad de pañuelos antes de entrar en la sala y mentalizándose de que las imágenes pueden afectar a corazones sensibles.
 
PD:Taran Killam (famoso por imitar como nadie a Pitt en el Saturday Night Live) sale unos minutos al principio del film. ¿Soy el único qué ha pensado qué Pitt parece imitar al Taran Killam versión Pitt? El imitador imitado.
 

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