Reseña: ‘Al filo del mañana’ (2014)

En un futuro no muy lejano, invade la Tierra una raza de extraterrestres invencibles. Al Comandante William Cage, un oficial que nunca ha entrado en combate, le encargan una misión casi suicida y resulta muerto. Entra entonces en un bucle temporal, en el que se ve obligado a luchar y morir una y otra vez. Pero las múltiples batallas que libra lo hacen cada vez más hábil y eficaz en su lucha contra los alienígenas. Su compañera de combate es Rita Vrataski, una guerrera de las Fuerzas Especiales. Adaptación del manga de Hiroshi Sakurazaka.

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Ficha Técnica

Título original: Edge of Tomorrow
Año: 2014
Duración: 113 min.
País: Estados Unidos
Director: Doug Liman
Guión: Dante Harper, Joby Harold (Cómic: Hiroshi Sakurazaka)
Música: Christophe Beck
Fotografía: Dion Beebe
Reparto: Tom Cruise, Emily Blunt, Bill Paxton, Brendan Gleeson, Charlotte Riley, Lara Pulver, Jonas Armstrong, Lee Asquith-Coe, Tony Way, Kick Gurry, Dragomir Mrsic, Franz Drameh, Deborah Rosan, Natasha Goulden, Jeremy Piven
Productora: Warner Bros. / Village Roadshow Pictures / 3 Arts Entertainment / Viz Media
Género: Ciencia ficción. Acción | Extraterrestres. Viajes en el tiempo. Manga. 3-D
Web oficial: http://www.edgeoftomorrowmovie.com/

Crítica

En pleno 2014, creo necesario lanzar una rápida mirada atrás en el tiempo para desmenuzar las claves del éxito del llamado séptimo arte. Seré breve. El cine nació de la ambición del hombre por filmar la realidad. El primer film de la historia, Salida de los obreros de la fábrica, de los hermanos Lumiere, no es más que eso, un grupo de obreros saliendo de una fábrica. Igual que La llegada del tren consistía, literalmente, en mostrar la llegada de un tren a la estación de La Ciotat. En ese momento, el cine se alimentaba de la propia realidad, sin necesidad de ficcionar absolutamente nada. Más adelante, las adaptaciones teatrales y literarias eran incluso más frecuentes que los argumentos originales. Tanto, que se tuvo que crear una sección específica para ello en los premios. Es decir, el cine se surtía de las otras artes para su desarrollo y expandir así su público potencial. Y nadie veía nada raro en ello. Incluso era una forma de «culturizar» un medio joven e inexperto. Con los años, la cinematografía se transformo en una especie de esponja que absorbía todo aquello que podía para su uso:biografías, cómics, atracciones, hechos históricos. Pero llegaron los videojuegos. Y, con ellos, la controversia. Lamentablemente, aún hay muchos sectores que consideran a los mismos como un arte menor, reservado únicamente para niños y adultos con síndrome de Peter Pan. Evidentemente, estos argumentos son esgrimidos por gente que jamás ha llorado con la saga Metal Gear Solid, que no ha tenido la ocasión de maravillarse ante la inmensidad y riqueza de los mundos de Final Fantasy o de divertirse como un enano con cualquier Sonic o Super Mario. Son personas que desprecian sin catar, que opinan sin conocimiento de causa, convencidos de su superioridad intelectual por el simple hecho de no haber tocado en su vida el mando de una consola. Ciertamente, horribles adaptaciones a la gran pantalla como la saga Mortal Kombat, Resident Evil o Tomb Raider no ayudaron demasiado. Otra cosa son las películas sacadas directamente a vídeo, como Street Fighter, Fatal Fury o Tekken, donde la calidad era en algunos casos incluso notable. Pero estas no llegaban a los críticos. Y en esas aparece Edge of Tomorrow, adaptación de un manga de Hiroshi Sakurazaka. No de un videojuego, de un manga. Sin embargo, si he soltado el tocho anterior es debido a su semejanza estilística con Edge of Tomorrow. Porque Doug Liman adapta las cualidades de dicho medio a su película con un resultado muy distintivo. A modo de «shooter», seguimos las andanzas de Tom Cruise en una espiral de acción sin fin, con un agilidad narrativa altísima y una sensación endemoniada de vértigo debido al efectivo uso tanto del montaje como del sonido. Inclusive hay momentos donde se exige tanto aguante al espectador que este acaba cansado, extenuado, desbordado, sin aliento. Pero no harto. Ni mucho menos. Es una montaña rusa con pequeños parones para coger aire pero, cuando menos te lo esperas, ya estás en marcha otra vez. Y mueres con Cruise. Y vives con Cruise. Y mueres. Y vuelves a resucitar. Como en un checkpoint eterno. Y ojo, entiendo a quien le sature este tipo de planteamiento tan físico, pero que eso derive en una crítica destructiva a los videojuegos (que las hay) es una completa estupidez. Como apunté al principio del artículo, el cine se nutre de todo lo que puede, y la mezcla entre este y los videojuegos puede ser muy beneficiosa si cae en las manos adecuadas. Porque estos últimos son, pese a quien le pese, un arte.

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Tras films muy menores como Jumper o Mr and Mrs Smith, Doug Liman da con su mejor versión desde 2002 con The Bourne Identity. Suyo y de su equipo técnico es todo el mérito referente a la acción, poderosa hasta decir basta, construyendo escenas de largo recorrido, donde empalman impacto tras impacto, emoción tras emoción, en pos de conseguir impresionar al espectador. Algo que logran holgadamente. Realmente, cuando se presencia buena acción en los últimos en los que se suele pensar es en los guionistas. En este caso, veo justo detenernos un poco en Christopher McQuarrie, Jez Butterworth y John-Henry Butterworth (amén desde luego del autor del material original, Hiroshi Sakurazaka). Destacando a McQuarrie, autor de los excelentes libretos de The Usual Suspects, Valkiria o Jack Reacher (corramos un tupido velo con The Tourist y Jack the Giant Slayer). Da la sensación de que han ido todos a una en cuanto a los objetivos principales de la película. El argumento tiene similitudes con Matrix, Groundhog Day e incluso Memento en algunas partes. Pero, afortunadamente, a pesar de contar con una trama aparentemente enrevesada, solo se deduce de ello en el apartado visual, pues en el narrativo queda muy claro que no pretenden inventar la penicilina. Su trabajo es hacer que la acción no devore la humanidad de la película. Construir, a base de detalles (tampoco hay mucho espacio para ello), una historia con la que nos podamos identificar y justificar, en buena parte, el festival de tiros. No es difícil, pues el personaje de Cruise solo puede evolucionar y acabar en un estado diferente al presentado. A pesar de tratarse de ciencia-ficción, probablemente el género más complicado para generar empatía, la simpática descripción de un protagonista torpe que se siente un pez fuera del agua es acertada. La carismática sonrisa de Tom Cruise hace el resto. El sazonar la historia con pinceladas de humor (blanco, como corresponde a una producción de este tipo) ayuda a consumar la mezcla entre acción desprejuiciada y tono más o menos ligero en sus primeros minutos. La previsibilidad no es uno de los defectos del film, algo común a este nivel, debido básicamente a su estructura narrativa, a pesar de que todos podamos intuir como acabará todo. Al menos lo que sucede entre medias es atractivo, muy entretenido y evade completamente a todos los niveles. Y, a estas alturas, es lo que personalmente le pido a un blockbuster. Soy consciente de que un blockbuster no va a cambiar la historia del cine ni va a iniciar una revolución en el medio, es por ello que mi forma de encararlos es muy simple:dame lo que prometes, que es lo que te exigiré. Ni más, ni menos. Edge of Tomorrow asegura buena acción y desconexión mental durante un par de horas. Y lo cumple. Por lo que, para mi, es un triunfo.

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La elección de Emily Blunt para protagonizar una película de estas características puede sorprender a priori, pero la verdad es que su trabajo es sensacional, pues si bien cumple en el aspecto puramente físico, es su rostro y su mirada lo que aporta un factor diferencial a su trabajo. En ellos vemos profundidad, sensibilidad, incluso un pasado. Buena elección, por lo tanto. Al igual que también ha sido una buena decisión no inundar la trama principal con una posible historia de amor entre los protagonistas, tic que suelen tener los creadores de los productos veraniegos. Lo que se nos cuenta es suficientemente poderoso como para forzar la maquinaria y conducirnos hacia otra dirección que no aportaría gran cosa. Por su parte, grandes secundarios como Brendan Gleeson o Bill Paxton están muy desaprovechados, pero supongo que todos tenemos que comer y sus minutos en pantalla les reportarán cuantiosos beneficios. Evidentemente, no tantos como al gran héroe de la función, un enérgico Tom Cruise que compone uno de los mejores papeles de su carrera (aunque no el mejor como he leído por ahí, no creo que pueda superar su papel en Collateral) en el que hace gala de las habilidades que le han hecho ser quien es en la industria cinematográfica. Carismático, con un gran dominio escénico, con aptitudes para la comedia incluso en películas como esta en la que prima la acción y cierto tremendismo (su actuación en Tropic Thunder fue descacharrante), y un gran sentido de la responsabilidad y profesionalidad. Habilidades que, salvo esta última, le abandonaron en su anterior film, Oblivión, donde ni él mismo se creía lo que hacía o recitaba. Su influencia en los films que protagoniza o produce es muy directa y fácilmente reconocible. Desde que el actor de The Color of Money volviera a poner interés en su carrera cinematográfica, nos ha entregado productos comerciales adultos, repletos de acción, aceptando rodearse de acompañantes que pueden hacerle sombra e incluso de co-protagonistas femeninas y alternando artesanos (Adam Shankman, James Mangold) con ciertos autores (Brad Bird, Joseph Kosinski). En ocasiones con resultados deficientes como Knight and Day u Oblivion, y en otras favorables (en algunos casos, casi notables) como Jack Reacher, Valkiria o Mission Impossible: Ghost Protocol. Edge of Tomorrow pertenece a este último grupo. A pesar de sus dos últimos minutos, que parecen corresponder más a una necesidad made in Hollywood que a una verdadera relación de lo ocurrido anteriormente durante el metraje. Igualmente, esos dos minutos no eliminan las buenas sensaciones que los preceden ni suponen una decepción tan profunda como para no valorar en su justa medida este buen espectáculo veraniego que explota al máximo sus virtudes y pasa de puntillas por sus defectos, para proporcionarnos una evasión de primera categoría. Ojalá se realizaran más blockbusters con esta garra y decisión, donde la diversión sea el camino hacia algo más y no simplemente la finalidad.

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