Reseña: ‘El hobbit: Un viaje inesperado’ (2012)

 LA PELÍCULA DE ENANOS, ORCOS Y MAGOS QUE HUBIERA FIRMADO DAVID LEAN.

Precuela de la trilogía «El Señor de los Anillos», obra de J.R.R. Tolkien. En compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será posteriormente causa de tantas sangrientas batallas en la Tierra Media.  

Ficha Técnica

Título: El hobbit: Un viaje inesperado

Título Original: The Hobbit: An Unexpected Journey

Director: Peter Jackson

Guion: Philippa Boyens, Peter Jackson, Fran Walsh, Guillermo del Toro (Novela: J.R.R. Tolkien)

Musica: Howard Shore

Fotografia: Andrew Lesnie

Productora: Warner Bros. Pictures / MGM / New Line Cinema / WingNut Films

Año/País: 2012 / Estados Unidos

Duración: 166 min.

Género: Fantástico. Aventuras. Acción | Precuela. Espada y brujería. 3-D

Reparto: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, James Nesbitt, Aidan Turner, Graham McTavish, Jed Brophy, Stephen Hunter, Ken Stott, John Callen, Adam Brown, Dean O’Gorman, William Kircher, Peter Hambleton, Mark Hadlow, Hugo Weaving, Andy Serkis, Cate Blanchett, Christopher Lee, Mikael Persbrandt, Sylvester McCoy, Billy Connelly, Elijah Wood, Ian Holm, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Benedict Cumberbatch, Luke Evans, Stephen Fry, Lee Pace, Barry Humphries, Bret McKenzie, Conan Stevens

Web oficial:

Enlace IMDB: http://www.imdb.es/title/tt0903624/

Puntuación IMDB: 9/10

Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-119089/

Puntuacion Sensacine.com:

Sinopsis

Precuela de la trilogía «El Señor de los Anillos», obra de J.R.R. Tolkien. En compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será posteriormente causa de tantas sangrientas batallas en la Tierra Media.

Crítica

Casi diez años después de la multipremiada The Return of the King (última parte de la trilogía The Lord of the Rings), por fin nos llega The Hobbit, donde se narra la misteriosa aventura que Bilbo, Gandalf y trece enanos protagonizaron sesenta años antes de la ya mítica historia. Y lo hace rodeada de polémicas:el abandono de Guillermo del Toro a mitad de preproducción, los problemas jurídicos de Jackson por los derechos de la novela, los publicitados 48fps, el paso de una sola película a una nueva trilogía, etc. Lo único que puedo decir de todo ello es que me alegro profundamente de que Peter Jackson haya podido hacer el film como le ha dado la real gana (di gracias a Dios porque del Toro no fuera el director), ya que en su día entendió y adaptó de manera soberbia The Lord of the Rings, la obra más conocida de Tolkien, consiguiendo la friolera de diecisiete premios Óscar y una histórica recaudación a lo largo y ancho del planeta. Tal vez ese haya sido el mayor impedimento al que Jackson haya tenido que hacer frente:el recuerdo del gran público de la exitosa trilogía. De hecho, algunos críticos americanos se han quejado públicamente de que The Hobbit y The Lord of the Rings son diferentes, que no comparten ese gusto por la oscuridad que si poseían las películas protagonizadas por Elijah Wood, Viggo Mortensen y compañía. La respuesta es bien sencilla:mientras que una es un relato épico lleno de muertes gloriosas y espectaculares batallas, otro es un cuento infantil que trata sobre el complicado proceso que atraviesa un niño (o adolescente) hasta que se convierte en un hombre. Las novelas referentes al Anillo Único están repletas de duro belicismo, del triunfo de la oscuridad sobre el bien (en un principio), del esfuerzo sobrehumano que la naturaleza nos exige para mantener el orden de las cosas. En cambio, en The Hobbit prevalece la aventura, la fantasía y el humor sobre los grandes conflictos armados (ojo, que también los hay). Por lo tanto, aunque ambas tengan mucho que ver entre si temáticamente, compartan personajes, tramas y mundos, hay que dejar claro que el tono es algo diferente, cada una en su estilo, aunque nunca olvidando que el director es el mismo y es justamente eso lo que les otorga a ambas un sabio y justo equilibrio de género. El director de Bad Taste, en una decisión puramente comercial (no nos engañemos) decidió en su día dividir la novela en tres partes, provocando el asombro entre los fans de medio mundo, que consideraban que no había tanto material para tres cintas. No tengo ni idea de como serán las otras dos, pero he de decir que en esta primera parte no sobra ni falta nada, siempre ateniéndonos al contenido del libro. Recurrir a apéndices y flashbacks podría considerarse una jugada un tanto mezquina pero después de ver el resultado, considero estos apasionantes y en la mayoría de casos reveladores de hechos que quedaron a medias en las películas originales. Sin embargo, este es el punto que derivará en discusiones entre los lectores apasionados del libro y los que no han leído una sola página de la magna obra de Tolkien. Jackson construye su film como un excitado homenaje a sus fans y a él mismo, cosa que no ocurría (al menos no de forma tan rotunda y descarada) en The Lord of the Rings, mucho más abierta a todo tipo de público. En The Hobbit, quien no se haya leído las novelas o, por lo menos, no tenga frescas las tres películas anteriores, se sentirá perdido por momentos ante la avalancha de relatos antiguos, fechas, nombres y lugares a los que se hacen referencia. ¿Se puede seguir la historia sin conocer a Tolkien? Desde luego que se puede pero digamos que es recomendable tener algún tipo de conocimiento previo sobre su literatura de la Tierra Media para que la experiencia fílmica sea 100% aprovechable y disfrutable. Por otra parte, los enamorados de las líneas escritas hace más de setenta años por el autor de El Silmarillion (entre los que me encuentro, creo que ya se ha notado), se encontrarán completamente en su elemento, disfrutando cada referencia, broma privada o detalle como si fuera el último. Y es que diez años de espera tienen estas cosas, que te tiran un mendrugo de pan y te parece un bocadillo de jamón serrano.

Y es que quien haya leído The Hobbit sentirá la misma ilusión, emoción, peligrosidad, riesgo y sensación de aventura en el film de Jackson, que ejecuta la novela original a modo de storyboard narrativo, convirtiendo la literalidad en una de sus armas más poderosas. De nuevo acierta el orondo realizador (y eso que adelgazó como treinta kilos en su día) al plasmar su visión poética, preciosista y detallista hasta la extenuación, como ya hiciera años atrás. Tanto él como Fran Walsh y Philippa Boyens, dan con la tecla visual adecuada otorgando a Andrew Lesnie (director de fotografía habitual de la saga) un bello material sobre el que lucirse. Lesnie vuelve a demostrar un dominio de la luz apabullante, con una combinación de luminosidad casi cegadora en Rivendel (más precioso que nunca, por cierto) para contrarrestarlo posteriormente con la oscuridad y el aire viciado de las montañas de los orcos. Ver el film parido por Jackson guarda cierta similitud con volver a ver a un viejo y buen amigo del que hace años que no sabías nada de él, todo resulta familiar pero novedoso a la vez, con esa sonrisa tonta en la boca (reconozco que era la mía durante la proyección) del que no sabe que decir ni que hacer ante lo que le están mostrando. Volver a ver a Gandalf, a Bilbo, a Frodo (brevemente, eso si), a Gollum (genial, como siempre) la Tierra Media, la Comarca…si hasta produce risa tonta reencontrarse con el malvado Saruman! El autor de King Kong sabe como imprimir empatía y fondo humano a enanos, magos, hobbits e incluso a seres supuestamente inanimados a través de un tratamiento más personal a cada uno de los personajes. En este caso son quince ni más ni menos los protagonistas de la historia en lugar de los nueve anteriores, y aunque es cierto que algunos han sido escritos a brochazos generales y tópicos (si no hubiera durado una hora más), todos y cada uno de ellos desprenden calidez humana, aspectos interiores muy desarrollados que te permiten ponerte de su lado pasados pocos minutos de su presentación. En este aspecto cabe destacar el gran acierto en la elección de Martin Freeman como Bilbo. El Watson de la maravillosa Sherlock de la BBC (no como ese engendro de la CBS con la insoportable Lucy Liu, Elementary) dota a su Bilbo de un humor y comicidad británica muy infantil y desastrosa, dando fe de que para el personaje supondrá un verdadero reto dejar atrás la niñez para entrar de lleno en la madurez y el mundo de las responsabilidades individuales. En este sentido, es interesante el punto de vista que tanto Tolkien como Jackson (y estoy seguro que del Toro también) comparten sobre la adolescencia, la timidez y el temor patológico al exterior que roza la agorafobia. Para Bilbo, la Comarca es su hogar y no ve más allá de ello. Tiene su vida resuelta y disfruta de siesta, comida, bebida, libros y buena hierba. ¿Para qué salir al exterior a vivir aventuras si puedes leerlas cómodamente desde el salón de tu casa y dejar volar tu imaginación? Muchos de nosotros nos hemos visto en esa situación a menudo (en otros ámbitos, obviamente) y en un mundo donde una gran parte de la población vive esclavizada por sus consolas (cada día hay menos niños jugando al fútbol en las calles y más en el Pro o en el Fifa) la motivación es un elemento clave. Nada motiva, nada parece lo suficientemente importante en un lugar donde se va de mal en peor, donde nunca ocurre nada destacable. Bilbo experimenta lo mismo, una continua hibernación casera en donde corre el riesgo de que un trastorno puntual en su vida pueda transformarse en una ansiedad y un malestar crónico de larga duración. Tolkien nos dice que solo la pura aventura aleatoria y sin sentido puede sacarnos de nuestras aletargadas existencias, solo el riesgo, la curiosidad por lo desconocido, un acercamiento a tierras extrañas. Y Bilbo, como hará Frodo años después, cae en las redes de la locura por el misterio para introducirse de lleno en ella, para nuestro total disfrute. Otro apunte interesante de la novela del escritor sudafricano es su anticipación a un mal creciente oculto, como Hitler. Recordemos que The Hobbit se escribió durante los años 20 y 30, época en la que el dictador nazi subía escalones lentamente, sin hacer ruido. Precisamente este hecho, el despertar del mal desde los infiernos es la base de la trilogía The Lords of the Rings, con Sauron como fatal protagonista. En este caso, el poderoso y temible dragón Smaug, así como el Rey de los orcos y diferentes criaturas, simbolizan ese mismo temor acontecido de la misma forma sibilina y ambigua. El propio autor reconoció en su día el gran peso que habían tenido en sus publicaciones otras obras como Beowulf, The Brothers Grimm o El maravilloso país de los Snergs (yo incluiría también El Rey Arturo).

Pero lo que realmente es The Hobbit es un precioso cuento fantástico lleno de enigmática magia, impresionantes escenas de acción, persecuciones al límite, valerosos enanos, pérfidos orcos, enormes bestias, enérgicos magos, gigantes de piedra y una desbordante inventiva de ensueño donde todo es posible (dentro de las propias reglas que marca el film desde un principio y teniendo en cuenta su contexto). En este caso el macguffin no puede partir de una raíz más aventurera y clásica:la recuperación de un tesoro que un endemoniado dragón robó a los enanos hace años, desterrándolos de su hogar y despojándolos de su bien más preciado, su dignidad. Una historia sencilla presentada y desarrollada de forma magistral, logrando que volvamos a creer en los cuentos de espada y brujería, en las películas de piratas, en los westerns, en los géneros cinematográficos y literarios más naturales que existen. Si David Lean hubiera dirigido alguna vez un film con orcos, enanos, elfos y magos, sería este sin duda. Lean, experto en superproducciones de su época como Lawrence de Arabia (1962), Doctor Zhivago (1965) o The Bridge on the River Kwai (1957), era conocido por su envidiable manejo de los tempos cinematográficos en proyectos de metraje considerablemente largo. Alternaba diálogos con batallas, calma con caos, muerte y vida, de forma única, siempre creíble, conociendo los gustos del público y, sobre todo, su capacidad para entretenerse o aburrirse con lo que se le muestra. Jackson, salvando unas mínimas distancias, disecciona y muestra sus cintas con una estructura similar, pendiente de intercalar la acción necesaria en el momento justo para que los momentos calmados sean dignos de toda nuestra atención. Aparte, vuelve a exhibir su pericia como director en espacios abiertos y grandes dimensiones, puliendo un estilo mil veces imitado desde que se estrenó The Fellowship of the Ring (2001), destacando unos grandiosos planos aéreos en movimiento y unos travellings estética y formalmente llamativos. Porque en The Hobbit, a pesar de que la comparen erróneamente en ese sentido con cualquier film de la trilogía original, hay acción, mucha acción y, lo mejor de todo, muy buena. Para el recuerdo quedan los enfrentamientos contra el Rey de los orcos, la pelea de los gigantes de piedra o las siempre impresionantes acometidas de las águilas invocadas por Gandalf. En estas escenas cobra importancia un elemento diferencial en las películas de Jackson:el montaje. En esta ocasión el director neozelandés vuelve a contar con Jabez Olssen (ya trabajó en The Two Towers como montador adicional) para esta titánica empresa, sin duda la más complicada y la menos reconocida a nivel general. Y la verdad es que se puede apreciar una mayor precisión narrativa, una agilidad de montaje que cobra tanta importancia o más que el propio guión, mezclando con sapiencia planos rápidos y cortos con otros largos y contemplativos (en el mejor sentido de la palabra) para que la escena en cuestión adquiera vida propia y no se note la manipulación del hombre en ella. Como también vuelve a sobresalir Howard Shore con una partitura que merece todos los calificativos positivos que se os vengan en mente:contundente, bella, lírica, profética (en referencia a The Lord of the Rings), épica…y con un tema principal que si bien no es tan fácil de tararear como el que todos recordamos, es digno de pertenecer a esta nueva saga (mención especial para Song of the Lonely Mountain, creada por el líder de Crowed House, Neil Finn). Por cierto, ya que hablamos del tema sonoro, el guionista de Tintin ha vuelto a realizar un film muy musical que, como ocurre en las películas de Scorsese, no abandona al espectador en casi ningún momento y se erige en fiel guía del mismo. Cabe destacar la inclusión de las famosas canciones de la novela, tan emblemáticas para los enanos y que aquí han sido usadas para comprimir ciertos momentos en uno solo, como la sobrecogedora Misty Mountains que entonan antes de partir hacia lo desconocido. No podemos evitar entonar alguna que otra sonrisa ante los reconocibles autohomenajes de Jackson, que en algunos casos llegan a ser bromas privadas entre los fans y él mismo, donde se intuye cierto orgullo del director, productor y guionista al haber podido realizar su ansiada adaptación, después de una cantidad de problemas cada uno más desesperante que el anterior. Para terminar, ¿Es mejor The Hobbit que los films de la saga original? Es pronto para saberlo, máxime cuando faltan dos entregas por estrenarse, pero si que me aventuro a decir que estamos ante una obra maestra del cine fantástico y aventurero, con todos los ingredientes para convertirse en un éxito (es cierto que tarda en arrancar pero el principio es necesario para presenciar con los ojos correctos el resto del metraje) y que debería eliminar de un plumazo las dudas de los fans ante la idoneidad o no de hacer tres películas, ya que con Jackson al frente no hay nada que temer. Es cierto que es cine comercial, cine de espectáculo, de masas, pero…¿Desde cuándo ha sido eso algo achacable si los resultados justifican totalmente una inversión y posee calidad artística para competir con cualquier película de arte y ensayo? Es cierto que hay otros films como Midnights in Paris o The Descendants que con la décima parte del presupuesto de The Hobbit hacen gala de un valor cinematográfico excelente pero…¿Desde cuándo el presupuesto o la recaudación de un proyecto han determinado su calidad? Yo opino que, prejuicios aparte, la vean como lo que es, un bendito derroche de talento de un director demente que ha puesto toda la carne en el asador en esta entrega sin guardarse nada, profesando un gran respeto por la obra que adapta y sus lectores, y que apostaría cualquier cosa a que ha quedado vacío, extenuado, agotado mentalmente después de brindarnos 166 minutos de puro cine.

PD:si, vuelve a salir Bret “Conchord” Mckenzie.

 

Nota: 10/10

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3 comments

  1. Tolkien quiso dejar bien claro, y lo hizo de hecho, de que su obra no es alegoría alguna. De ahí que El Señor de los Anillos, El Hobbit, etc, trascienda. Un saludo.

  2. Gran crítica, en unas horas la veré en el cine despues de casi 10 años del retorno del rey, una duda, ¿hay escena despues de los creditos? no me suena de que las anteriores tuvieran alguna y quizás en esta haya innovado.
    Un saludo

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