[Sitges 2013] Reseña: ‘Bienvenidos al fin del mundo’ (2013)

DOCE PUBS PARA DEJAR ATRÁS EL MIEDO A CRECER.

20 años después de una épica juerga nocturna, cinco amigos se reunen por obra de uno de ellos: Gary North, un cuarentón agarrado a su adolescencia, que arrastra a sus amigos a su ciudad natal. Pero mientras intentan llegar al bar soñado, «El fin del mundo», descubrirán que está en juego el futuro de la humanidad.

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Ficha Técnica

Título original: The World’s End
Año: 2013
Duración: 109 min.
País: Reino Unido
Director: Edgar Wright
Guión: Edgar Wright, Simon Pegg
Música: Steven Price
Fotografía: Bill Pope
Reparto: Simon Pegg, Nick Frost, Martin Freeman, Paddy Considine, Eddie Marsan, Rosamund Pike, Reece Shearsmith, Mark Heap, Michael Smiley, Julia Deakin, Rafe Spall, Alice Lowe, Darren Boyd
Productora: Working Title / Universal Pictures
Género: Ciencia ficción. Comedia | Fin del mundo. Extraterrestres

Crítica

El trío formado por Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost han finalizado con The World’s End su llamada “the Blood and Ice Cream trilogy” o “the Cornetto trilogy”, tras Zombies Party (2004) y Hot Fuzz (2007). Y lo hacen a lo grande, sin síntoma alguno de cansancio o de desgaste, debido a que con cada nueva película han ido un poco más allá de la simple cinta de parodia de género. The World’s End ve la luz en un momento donde las películas sobre el fin del mundo vuelven a estar a la orden del día, con un verano repleto de súperproducciones de proporciones mastodónticas protagonizadas por estrellas del calibre de Tom Cruise, Matt Damon o Will Smith. Es el círculo vicioso que se repite en la historia del cine. El éxito de un film de género trae consigo la producción de más películas similares y, como no, de sus irremediables parodias. Ocurrió con el western en los sesenta (el spaguetti), con las películas de catástrofes en los ochenta (con el trío Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker a la cabeza) y las películas de gangsters en los noventa a raíz del éxito de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Pero The World’s End no está sola, ya que desde Estados Unidos le ha adelantado en fecha de estreno This is The End (Evan Goldberg, Seth Rogen, 2013), propuesta muy similar de temática calcada. El clásico duelo entre USA y UK tiene un claro ganador, por mucho que contemplar a Michael Cera hasta arriba de cocaína produzca carcajadas hasta reventar. Mientras que This is The End basa su gracia en enlazar un gag tras otro (con logrados resultados, todo hay que decirlo) dejando de lado cualquier desarrollo argumental, la película de Wright pone su empeño en diseñar unos personajes coherentes y humanos cuya relación se base en algo más que en chistes graciosos sobre vaginas y tetas. Los lazos entre los protagonistas son profundos, inundados de bromas, si, pero donde el trasfondo melancólico se deja entrever en algunos silencios prolongados o reflexiones cerveceras. Los primeros minutos de metraje están dedicados exclusivamente a presentar a los personajes a través de un montaje videoclipero frenético y agitado a ritmo de buena música, a una velocidad de vértigo que nos introduce de golpe y porrazo en el mundo de los protagonistas. Y, de paso, nos enteramos de entrada del macguffin de la película, que es lo que motivará a Gary North (Simon Pegg) a reunir de nuevo a su vieja pandilla de amigos. El plantel de actores es inmejorable, con la crem de la crem de la televisión y el cine británico, con Martin Freeman (Sherlock), Paddy Considine (Red Riding), Eddie Marsan (Little Dorrit), Rosamund Pike (Freefall), Reece Shearsmith (The League on Gentlemen), Mark Heap (Spaced), Michael Smiley (Utopia) o Julia Deakin (Spaced), entre otros. Impresionante. El tema principal de la película es ya un clásico:la negación en redondo de la madurez, el desarraigo a la sociedad y la imposibilidad de desarrollarse. Mientras todos sus amigos han prosperado de alguna u otra forma, Gary North sigue anclado en el pasado, donde era feliz, prefiriendo ser pez grande en estanque pequeño que pez pequeño en estanque grande. En su territorio, el pasado, está protegido de la realidad. La sociedad no puede hacerle más daño del que ya se infringe a si mismo con sus cuantiosas borracheras. En cambio, sus amigos sacrificaron su libertad por integrarse en la sociedad, lo que esconde una reflexión terrorífica sobre el destino de nuestros jóvenes. Parece inviable mantener tus hábitos de juventud y desarrollar una buena carrera laboral al mismo tiempo, lo que no deja de ser descorazonador. ¿Es realmente imposible una combinación de ambas? Siempre hay que renunciar a algo, ya sea por tu mujer, tus hijos, tu economía, etc. A medida que creces, las responsabilidades lo hacen contigo, y la opción de comportarse como un lobo solitario despreocupado por el mañana disminuye día a día, pues tus acciones tienen consecuencias sobre tus más allegados. Por eso Gary North no quiere salir de sus sueños adolescentes.

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La perfecta definición del personaje la encontramos en una escena inicial cómica y aparentemente trivial. Sus amigos, sorprendidos porque mantenga el mismo coche después de veinte años, le preguntan como es eso posible. Gary North les responde que lo fácil hubiera sido comprarse otro coche, pero en su lugar cambió casi completamente las piezas para que por fuera pudiera parecer el mismo de siempre. Cambiar para seguir igual. Con esa filosofía de vida no es de extrañar que recuerde fechas exactas y guarde una imagen fotográfica de sus queridos pubs. De hecho, el sueño que le motiva a reunir a sus amigos es cerrar el círculo, completar la ruta de los doce pubs para seguir adelante, para cerrar una puerta antes de abrir otra. Es el clásico alma de la fiesta que está destrozado por dentro, patético y triste, desencantado porque su enemigo a batir es inmortal:el tiempo. Cada día que pasa sus días de gloria se desvanecen más y más, y las justificaciones de sus errores no quedan subsanadas con solo citar su edad. Su alegría es su autodefensa, su forma de no pensar en lo que le carcome por dentro es beber. Su generación ya se ha ido y otra más moderna e industrializada avanza a pasos agigantados, criados por internet, la comida rápida y los reality shows. Es relevante destacar como el primer grupo de robots son adolescentes. Adolescentes robotizados de hoy contra chavales inmaduros de los noventa. El duelo generacional que confirma que no crecer no es una opción. Todo esto es favorecido por la proliferación de las grandes compañías tipo Starbucks, cuya repercusión negativa sobre los pequeños comerciantes es fatal. No solo a nivel económico, sino porque estas cadenas van acompañadas de un mantra, de una forma industrial de pensar y actuar que intentan expandir entre sus clientes de forma silenciosa y sigilosa. El verdadero control de la población no se consigue mediante la imposición o las leyes, sino “educándolos” de un modo más o menos sutil, sin que noten ninguna anomalía. Es por eso que el Gran Hermano sigue siendo efectivo, pero más como estudio que como arma, pues las obligaciones suelen ser rechazadas mientras que el didactismo sibilino apenas es detectado. Todo esto lo filma Edgar Wright con una determinación encolerizada, un montaje enajenado por momentos y una violencia física que sobrepasa la saña. Es evidente que las ganas de protesta y de exteriorizar emociones, aparte de entretener y hacer reír como Dios manda, llevaban tiempo contenidas. Así, el trío Wright-Pegg-Frost (Frost no escribe ni dirige pero su actuación es tan importante como estas dos tareas, representa la rabia acumulada y sabe perfectamente como liberarla) vuelve a perpetrar una comedia descacharrante con buena dosis de acción, reflexión y un componente nuevo, la emoción. Es imposible llegar al final y no derramar alguna lagrimilla por estos personajes tan humanos mientras luchan por sobrevivir ante robots de sangre azul (solo puede ser azul por un motivo…) mientras intentan restaurar el orden en sus vidas. Traumas infantiles, amores secretos, patologías incurables, obsesiones laborales…definitivamente la sociedad ha hecho mella en ellos, por lo que la mejor solución según este genial trío de artistas es que no exista sociedad que te pueda machacar. Su mejor película y una de las mejores comedias en lo que llevamos de Siglo XXI.

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