Reseña: J. Edgar (2011)

La realidad según Hoover. Critica de la ultima producción de Clint Eastwood con Di Caprio encabezando el cartel.

Ficha Técnica

Título: J. Edgar
Título Original: J. Edgar
Director: Clint Eastwood
Guion: Dustin Lance Black
Musica: Clint Eastwood
Fotografia: Tom Stern
Productora: Imagine Entertainment / Malpaso Productions / Warner Bros. Pictures
Año/País: 2011 / Estados Unidos
Duración: 136 min
Género: Drama | Biográfico. Política. Años 20. Años 30. Años 40. Años 50. Años 60. Basado en hechos reales
Reparto: Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, Josh Lucas, Judi Dench, Armie Hammer, Ed Westwick, Dermot Mulroney, Lea Thompson, Jeffrey Donovan, Michael Gladis, Stephen Root
Web oficial: http://www.jedgarmovie.com
Enlace IMDB: http://www.imdb.com/title/tt1616195/
Puntuación IMDB: 7,1/10 8,881 Votos
Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-178870/ Pincha para acceder a la ficha en Sensacine.
Puntuacion Sensacine.com: No Disponible

Sinopsis

En 1924, con sólo 29 años, Edgar Hoover fue nombrado director general del FBI para que reorganizara la institución. Ocupó el cargo hasta su muerte en 1972, sobreviviendo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó inútilmente destituirlo. Los archivos que Hoover guardaba celosamente, llenos de secretos inconfesables de importantes personalidades, lo convirtieron en uno de los hombres más poderosos y temidos de la historia de los Estados Unidos. (FILMAFFINITY)

Crítica

El maestro, el último director clásico, el alumno aventajado de Leone, y Don Siegel, el señor Clinton Eastwood Jr., más conocido como Clint Eastwood, no falta a su cita anual con el séptimo arte y nos presenta su particular visión de un personaje controvertido y tan amado como odiado: J. Edgar Hoover. Eastwood se divide en dos categorías: obras maestras y buenas películas. Su único film lamentable fue la bochornosa Hereafter, impropia de su talento y su leyenda. El primer grupo lo forman Sin Perdón, Mystic River, Million Dollar Baby, Gran Torino, Cartas desde Iwo Jima, Los Puentes de Madison, Bird y Honkytonk Man. El resto forma el segundo grupo. J. Edgar tenía todas las papeletas para integrar la primera lista pero cuando supe quien se encargaría de escribir el guión presagié que el mismo sería algo acartonado, básico y formal. Dustin Lance Black, inexplicable ganador del Óscar al mejor guión por la cinta de Gus Van Sant, Milk, es el verdadero lastre con la autoría de un libreto que no aporta nada que no hubiera aportado cualquier otro. Es decir, su trabajo no logra la calificación de especial, no hay un punto que lo haga considerarse un bonus. Los diálogos no trascenderían de no ser por la extraordinaria habilidad de los interpretes para representarlos. No se puede decir que es un mal guión pero deja demasiadas cosas a expensas del director y, sobre todo, del montador, verdadero salvador del film. Eastwood se ha caracterizado por ser de los pocos directores que siguen apostando por contar historias sobre América, aunque en ocasiones peque de un excesivo tono didáctico. Esta obsesión le ha llevado a realizar una buena cantidad de westerns, documentales sobre jazz, divagaciones sobre el racismo, la distinción de clases, la Segunda Guerra Mundial, etc. El film que nos ocupa engloba distintas épocas de EEUU bajo la casi demente visión de J. Edgar Hoover, fundador del FBI.

Y lo hace recurriendo a un efectivo montaje cuyas bases principales son las idas y venidas en el tiempo, formando un auténtico rompecabezas emocional que nos es desvelado en su tramo final, cobrando sentido (o mejor dicho, perdiéndolo). Este tipo de montaje permite al espectador comprobar rápidamente las debilidades, habilidades y forma de ser de los protagonistas, pues a una acción en el pasado le sigue una reacción en el presente, ahorrándonos cualquier molesta explicación. Es lo más efectivo si se quieren abarcar 60 años de la vida de un mito en 130 minutos (no ocurría así en la torpe La Dama de Hierro). El realizador de Bronco Billy siempre ha sido un gran contador de historias y en esta ocasión recurre brevemente a todo un icono cinematográfico como James Cagney para mostrar la distinción que la sociedad americana hace de héroe y villano. En los años 20 y 30 se encontraban de moda los gángsters, muchos de ellos interpretados por Cagney, y estos eran motivo de admiración por un público ávido de emociones y reivindicaciones tras el crack del 29. Pero en los 40, Cagney tiró más hacía papeles de agente de la ley y el orden, y el público volvió a responder con un deslumbramiento sin referentes hacia la figura del agente servicial a su patria. No encuentro forma mejor de retratar a una generación en un contexto social crítico. Y en un minuto. Brillante. A lo largo de la historia siempre ha ocurrido y ocurrirá, héroes y villanos recibirán alabanzas o desprecios según la situación política, económica y social del momento. A veces, incluso dos términos tan diferenciados se confunden: Fidel Castro, Obama, Gandhi, Hitler, Bin Laden…

La figura de J. Edgar es fascinante. Podrá ser acusado de muchas cosas pero lo que está claro es la particular representación del «American Dream» que llevó a cabo. De la nada llegó a la dirección y creación del FBI, siendo clave para el desarrollo de la hoy tan de moda ciencia forense. Fue un pionero y revolucionario al que la historia no ha tratado bien debido a sus delitos y fraudes con negros, comunistas, extranjeros y mujeres. Pero bueno, los nazis también consiguieron bastantes avances tecnológicos y médicos y no por ello deben ser tratados con indulgencia por los libros. Eastwood insiste en tratar a Hoover como un patriota (alguien que dedica su vida entera a un país no puede ser llamado de otra forma) sin dejar de denunciarlo por ello. En ningún momento lo justifica, simplemente trata de entenderlo sin que por ello sea glorificado (la escena final es una prueba de ello). Claro que es difícil entender a un personaje tan contradictorio. Una mente obsesionada con no envejecer, no tratar con mujeres, no ser homosexual pero que inevitablemente está diseñado para ello. No se trata de ser sino de no ser, de ahí la creación de un mundo totalmente irreal en el que la castidad y el heroísmo del llanero solitario son claves para el reconocimiento del pueblo americano. Al principio de la película, el propio Hoover narra que los historiadores a menudo olvidan el contexto en sus historias. Él simplemente se integra en el entorno para transformarlo desde dentro y resurgir como un ídolo temerario merecedor de su propio cómic. Es lo que hoy se llamaría un genio autodestructivo, auténtico líder en su campo pero un pez fuera del agua en cuanto a relaciones humanas o sociales se refiere, incapaz de contradecir a su anciana madre (verdadera artífice de su personalidad) o aceptar una proposición sexual abierta de una mujer.

La controvertida relación de Hoover y Clyde (su mano derecha) ocupa una parte importante del metraje, convirtiéndose en el verdadero motor de la historia. Una historia de amor (o amistad según los púdicos) que estremece por momentos con una pareja de interpretes excepcionales como DiCaprio y Hammer totalmente entregados a la causa, saltando sin red al abismo de un sentimiento que acongoja, con una intensidad autoimpuesta ante la poca garra del guión. Por momentos, una buddy movie fuera de lugar con dos tipos que se quieren y les encanta pasar tiempo juntos pero cuyos trabajos (y los complejos de Hoover) les impide vivir una historia que sin duda hubiera ido más allá. Ambos son la motivación del otro, a pesar de la presión de su madre (una brillante Judi Dench) que intenta aprisionar mentalmente aún más a su atormentado y confuso hijo. El tan comentado maquillaje no impide al actor de El Aviador brindarnos una de las mejores interpretaciones de su carrera y vuelve a callar esas bocas que deberían estar cerradas desde hace años. Merece el Óscar por su total esfuerzo y dedicación, por hacerse a si mismo y no encasillarse como estrella juvenil. Armie Hammer confirma lo que ya demostró hace un año en The Social Network, bordando su papel a pesar de, ahora si, unas agobiantes capas de látex. Tom Stern, colaborador habitual de Eastwood, vuelve con su fotografía monocromática que tan bien utiliza para iluminar a personajes potencialmente ambiguos y de dudosa moral, como ya hiciera en El Intercambio o Mystic River. Por último, un consejo para Harry el sucio: habitualmente creas buenas bandas sonoras, pero hay que saber cuando abdicar, y aquí no hubiera estado mal. Por lo demás, solo desearte una vida tan larga como la de tu madre y, si puede ser, intenta clonarte antes de dejarnos.

 

Nota: 7/10

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