El diván de Mr.Trumbo

Retrato de la vida y obra del escritor Dalton Trumbo, uno de los mejores guionistas de Hollywood.

 

“Durante la Segunda Guerra Mundial, 277 miembros del Sindicato se alistaron en el Ejército para librar lo que se llamó ‘la guerra contra el fascismo’. Cinco de ellos no volvieron. Al cabo de seis años, 43 de los que regresaron fueron denunciados por ser antiamericanos, privados de sus nombres y pasaportes, y entraron en la Lista Negra”.

Con esta premisa arranca el testimonio y los sucesivos avatares de uno de esos genios nacidos a una edad muy temprana. Fue el 9 de diciembre de 1905 en Montrose, Colorado. Nada hacia presagiar que años más tarde se convertiría en el guionista mejor pagado de Hollywood, cuyo mayor y gran mérito sería escribir los mejores guiones de una época marcada por la paranoia y las etiquetas políticas. El protagonista de dicha historia es Dalton Trumbo, un escritor afincado en el Olimpo del cine. Pero sobre todo, un hombre de familia, como nos muestran en el documental Trumbo, dirigido por Peter Askin. Y de la mano de un libreto firmado por el hijo del protagonista, recorremos más de medio siglo de historia norteamericana, evidenciando el daño infligido a unos cuantos sospechosos de ser comunistas, estigmatizados por los dimes y diretes de un Congreso que veía fantasmas en cualquier rincón.

Allá por el año 1945, Dalton Trumbo (Espartaco, Éxodo, Papillon) era el guionista mejor remunerado del gremio. No obstante, tejió novelas como Johnny cogió su fusil, que más tarde adaptó a la gran pantalla él mismo. Poco tiempo después, pasado el éxtasis de la victoria aliada contra el fascismo, cayó un Telón de Acero que, en palabras de Winston Churchill, fragmentó el mundo en dos bloques. La antítesis trasladada al mundo de la política. Y por supuesto, en Estado Unidos aquello del comunismo servía de coartada para enchironar a quienquiera que pensara –o callara, sin más- algo distinto a los panfletos del Sistema. Sea como sea, Trumbo fue uno de los llamados a declarar ante el Congreso por conducta antipatriótica. Luego de unas cuantas declaraciones y el pertinente “juicio”, fue condenado a casi un año de cárcel. Pasó a engrosar las páginas de la Lista negra, signo inequívoco de enfermedad mental a ojos de los estudios de Hollywood y sus mecenas. Como si de un apestado se tratara, expulsado del Sindicato de Guionistas y alejado de su familia, supongo que resistió gracias a su firme esperanza, tal vez utópica, de vivir  en un mundo decente donde el hombre tuviera libertad para reservarse sus filias ideológicas.

 

El bigote más pintoresco del séptimo arte (clásico) dejó constancia de su vida en la vasta correspondencia que intercambió con amigos y no tan amigos. En Trumbo, escuchamos una selección mínima pero muy bien  resumida con la voz y la presencia física de actores como Liam Neeson, Michael Douglas, Donald Sutherland y Paul Giamatti, entre otros. Pasajes que desmenuzan lúcidamente la impasible y despreciable conducta de los de arriba, el cariño, la simpatía, el carácter que rezumaba este señor de talento desbordante. Un hombre pacífico que tomó las armas para ir a la guerra, asesina de jóvenes, pozo de ignorancia y mutilación. O sea, el lugar a donde eran enviados los pobres de siempre. Y Trumbo lo sabía, y lo puso en boca de sus personajes. Por ejemplo, en Johnny cogió su fusil, cuando el niño le pregunta a su padre qué es la democracia y éste le responde: “La verdad, nunca lo he tenido muy claro. Como todos los tipos de gobierno, tiene algo que ver con que los jóvenes se maten entre sí, creo”. Qué perro viejo el de Colorado. Porque a pesar de todo creía en la bondad de los hombres, la empatía que surge entre ellos. Quizá por eso hizo que todos los esclavos se levantaran asegurando ser Espartaco.

Salió de su cautiverio el escritor y no barajó otra posibilidad que no fuera seguir escribiendo sin descanso. El documental nos cuenta que llegó a compaginar la escritura de tres guiones a la vez. Por aquel entonces, seguía siendo una persona non grata en la industria. Exiliado en México, utilizó testaferros (cuando no seudónimos) que presentaran su trabajo para poderse ganar el pan. En 1957, la Academia de Hollywood decidió que El Bravo (The Brave One) merecía el Oscar a Mejor Guión Original. Sin embargo, Robert Rich, supuesto guionista del filme de Irving Rapper, no acudió a recibir la estatuilla. La hija de Dalton Trumbo no daba crédito: su padre tenía que reclamar lo que era suyo. A la pregunta de un periodista que le entrevistó acerca de esa cinta, Trumbo dijo: “Pues verá, me han acusado de escribir muchos filmes en los últimos diez años, durante el periodo de la Lista negra. Así que he tenido que tomar una determinación sobre estas preguntas. Mi estrategia es que, modestamente, rehúso confirmarlo o negarlo. De esta forma me otorgan un poquito del mérito de todas las películas buenas que se hacen y, por alguna razón, nunca se me culpa de los fiascos”.

Corrían los años 90 cuando se reconoció totalmente a Dalton Trumbo como autor del guión de Vacaciones en Roma, hasta entonces atribuido a Ian McLellan Hunter. Lo peor de todo es que la historia de Trumbo no es marginal ni mucho menos, pues la censura y los juicios arbitrarios son una constante a lo largo del tiempo. El cine, como todo, es permeable a la estupidez.

 

(Para ver el siguiente vídeo en castellano y con One de Metallica sonando de fondo, pinchar aquí.)

 

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