Reseña: ‘El árbol’ (2010)

Una triste y conmovedora historia que, sin embargo, invita al optimismo. Grandes actuaciones de Charlotte Gainsbourg y Morgana Davies

Ficha técnica

Título: El árbol
Título Original: The tree (L’arbre)
Directora: Julie Betuccelli
Guión: Elizabeth J. Mars (Novela: Judy Pascoe)
Música: Grégoire Hetzel
Fotografía: Nigel Bluck
Productora: Coproducción Francia-Australia; Taylor Media / Les Films du Poisson / Goalpost Pictures / Backup Films / Dorje Film
Año/País: 2010 / Francia
Duración: 100 min.
Género: Drama.
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Marton Csokas, Christian Byers, Morgana Davies, Arthur Dignam, Gabriel Gotting, Penne Hackforth-Jones, Gillian Jones, Tom Russell, Aden Young
Enlace IMDB: http://www.imdb.com/title/tt1496005/
Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-142643/

Sinopsis

El periodo de luto que viven una mujer (Charlotte Gainsbourg) y sus hijos después de la repentina muerte del marido y padre sirve para mostrar la relación entre el esfuerzo del ser humano para recuperarse de una tragedia y la energía de la naturaleza representada por una higuera gigantesca en el centro de una Australia salvaje. (Filmaffinity)

Crítica

Existe un tipo de cine que se alimenta de un acontecimiento pensado para servir de hilo conductor durante todo el viaje. Ese cine, quizá autocompasivo a simple vista, suele cobrar una dimensión más amplia cuando el autor que retrata se inspira en la naturaleza como fuerza motriz de la historia y contexto de los personajes. De un modo u otro, los subterfugios de las personas obligadas a respirar y beber en aquel lugar son escasos pero luminosos. Y en esas sobreviene El árbol, cinta escrita y dirigida por la francesa Julie Bertuccelli, una creadora ligada a la industria de su país y escasamente conocida para el espectador medio. Su mundo es intimista, escarba en la psique y las emociones a flor de piel. Por supuesto, esos detalles pueden ser identificados con la pedantería, o como símbolo de talento. No obstante, aquí nos habla de una familia que vive en una bonita casa a las afuera de un pueblo, el retiro soñado para cualquier trabajador o artista en busca de inspiración. Por desgracia, el padre muere súbitamente a los pies de ese gigantesco árbol que da título al filme, dejando solos  a su mujer (Charlotte Gainsbourg)  y a sus cuatro hijos: maduros a pesar de su corta edad, con una hermana pequeña que habla con una sensatez y una coherencia abrumadoras. Y es que, da gusto ver a Morgana Davies, no ya por su belleza y expresividad, sino por su temple y oficio, algo impensable en una actriz de apenas ocho años.

El árbol como leitmotiv sería un buen eslogan para contar de qué va esto, ya que parte de la familia siente que el espíritu de su padre ha quedado adherido a esa planta centenaria cuyas raíces amenazan con echar abajo los cimientos del inmueble. Y aun así, algo tan aparentemente ñoño y aburrido transcurre sin obligarnos a mirar la hora, conmueve gracias a la sólida actuación de Charlotte Gainsbourg, que debería estar en producciones de mayor factura y mejor distribución. No hallo un ápice de mentira en los sentimientos de quienes han visto de cerca la desaparición de un alma. Sin necesidad de preguntarse continuamente por qué, aferrándose al lugar donde vivirán sus recuerdos. Lo que descubro es auténtico, cada frase, cada lágrima (muy escasas, por cierto), cada sonido. El score recuerda a las partituras de Nick Cave y Warren Ellis. Pero El árbol no renuncia a su verdad melodramática; al fin y al cabo, hay tragedia y desamparo. Mucha vocación poética, pero administrada con cierta pericia narrativa. Y volviendo a lo que dije al comienzo, una obra que depende de ese primer hecho desencadenante, sin reparar en giros argumentales que inyecten más interés, corre peligro de caer en la intrascendencia. O sea, de darnos igual y matarnos de aburrimiento.

Por suerte, a medida que pasan los minutos, son menos los puntos negativos de esta obra dramática con maquillaje rústico. Y, por lo tanto, lo que observo es creíble, me toca la fibra, aunque sea vagamente y poco a poco. Bertuccelli tiene metraje de sobra para condensar el tiempo (fílmico) y describir, una por una, las escasas piezas que pueblan su mundo. Y el esqueleto del árbol, metáfora del hombre caído, mueve sus extremidades como despidiéndose o dibujando un final necesario para su querida familia: la asimilación de la muerte, signo inequívoco de que hay que seguir caminando.

PD: Aconsejo verla en versión original.

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=ggZxA1hzkqI

Nota: 7/10

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