Reseña: ‘Un cuento chino’ (2011)

La cinta de Sebastián Borensztein deja buenas sensaciones

Ficha técnica

Título: Un cuento chino
Título Original: Un cuento chino
Directora: Sebastián Borensztein
Guión: Sebastián Borensztein
Música: Lucio Godoy
Fotografía: Rolo Pulpeiro
Productora: Coproducción Argentina-España; Pampa Films / Tornasol
Año/País: 2011 / Argentina
Duración: 93 min.
Género: Comedia. Drama
Reparto: Ricardo Darín, Muriel Santa Ana, Huang Hung-Sheng, Iván Romanelli, Vivian Jaber, Javier Pinto
Enlace IMDB: http://www.imdb.com/title/tt1705786/
Enlace Sensacine.com: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-185216/

Sinopsis

Un veterano de la guerra de las Malvinas, cuya vida se detiene 20 años atrás a causa de un duro revés del destino y, desde entonces, vive recluído y atrincherado en su casa, casi sin contacto con el mundo exterior. Cuando un extraño evento (una vaca cae del cielo) le despierta de su letargo y se ve obligado a retomar su vida.

Crítica

Hoy por hoy, Ricardo Darín es el máximo exponente del cine argentino. No hace falta tener un olfato de sabueso para saber que cumple (sin querer) la tarea de embajador lejos de su tierra. Este hombre tiene ya una filmografía de peso, con títulos tan importantes como Nueve reinas, o la obra maestra de Juan José Campanella, El secreto de sus ojos. En todas ellas, Darín firma actuaciones ejemplares y creíbles, como si en vez de hablarnos a través del personaje de turno, decidiera absorber su identidad y, por tanto, cada frase suena a verdad, a luto o alegría.

Ahora llega de la mano de un directo amateur (al menos en lo que a cine se refiere), que nos cuenta una historia sencilla y sin complejos. Se titula Un cuento chino, y habla de un gruñón que trabaja en una ferretería que antaño regentaba su padre, anclado sistemáticamente en la rutina, ya que todos los días repite las mismas tareas. Roberto, pues así se llama el protagonista, ha pasado demasiado tiempo solo como un ermitaño, y ni siquiera es susceptible al pretendido amor que le profesa una mujer. Sin embargo, destila carácter, honestidad y generosidad, así que cuando se cruza con un chino perdido en Buenos Aires no tiene más remedio que acudir en su ayuda. Primero le conduce hasta una dirección que tiene tatuada en su brazo, y luego de prestarle cobijo durante la noche, se dirigen a la embajada china. Al final, Roberto no tiene más remedio que llevárselo nuevamente a su casa. Ello supone ver cómo se rompe esa especie de burbuja en la que vivía antes de la llegada del forastero. Ya no hay tranquilidad a la hora de leer los numerosos ejemplares de prensa, cortando las noticias más inusuales y absurdas. Los llamados “cuentos chinos” que dan título al filme.

Ricardo Darín ofrece por enésima vez una maravillosa actuación: da igual si suelta improperios o le da un cabezazo a un policía fascista soltando aquello de: “¡La puta que te parió!”. Baste una mirada esquiva para comprender los demonios, el dolor de ese ex combatiente que nunca conoció a su madre, y cuyo padre, además, murió antes de que él cumpliera los veinte. Un cuento chino se disfruta gracias al soberbio, y sin embargo humilde trabajo del actor. El relato costumbrista que se desarrolla en apenas tres localizaciones no precisa de más. Tampoco hay lugar para la hipérbole lacrimógena, aunque el final sea previsible y este cuento chino nos conduzca por terrenos conocidos y comunes en lo cinematográfico. Obviamente sirve para constatar que lo aparentemente surrealista para unos, puede resultar trágico para otros; que gastar humor negro con noticias aberrantes que nos llegan desde muy lejos, tal vez no sea lo adecuado. Siempre hay razones para estar triste. El único fallo de esta película reside, irónicamente, en su sencillez formal y argumental. Y por supuesto, en algo tan meritorio como querer brindarnos un final feliz. ¿Incomprensible? No, culpa de la mentalidad de espectador –y humano- fracasado.

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Nota: 6,5/10