Reseña: ‘La boda de mi mejor amiga’ (2011)

Una comedia con dos puntos a favor: Kristen Wiig y Kristen Wiig

Ficha técnica

Título: La boda de mi mejor amiga
Título Original: Bridesmaids
Director: Paul Feig
Guión: Kristen Wiig, Annie Mumolo
Música: Michael Andrews
Fotografía: Robert D. Yeoman
Productora: Apatow Productions / Universal Pictures
Año/País: 2011 / USA
Duración: 128 min.
Género: Apatow Productions / Universal Pictures
Reparto: Kristen Wiig, Rose Byrne, Jon Hamm, Melissa McCarthy, Ellie Kemper, Chris O’Dowd, Maya Rudolph, Matt Lucas, Jill Clayburgh, Johnny Yong Bosch
IMDB: http://www.imdb.es/title/tt1478338/

Sinopsis

Annie (Kristen Wiig) es una treintañera soltera del Medio Oeste, con una vida sentimental más bien precaria, a la que Lilliam, su mejor amiga (Maya Rudolph), le pide que sea su dama de honor. Sin embargo, aunque nunca ha ejercido esa función, la pobre se esfuerza por dárselas de snob en la fiesta anterior a la boda. Mientras tanto, otra amiga de Lillian (Rose Byrne) hará todo lo posible por arrebatarle el papel a la inexperta Annie. (FILMAFFINITY)

Crítica

Conviene diferenciar entre dos clases de comedia romántica y/o gamberra. La primera nace como una estrategia -muy lícita- para hacer dinero a expensas de la miopía (por aquello del gusto) del espectador, y que además sirve de escaparate para la estrella de turno. La segunda, cada vez más en alza, no abandona los clichés de tan denostado género, pero brinda una oportunidad de oro a ciertos talentos que habían permanecido en la sombra. La temporada estival es idónea para acudir al cine en busca de diversión, palomitas y aire acondicionado. Allí se mueve como pez en el agua un producto casi siempre limitado en contenido y forma. O nos ofrecen cine de acción con muchos efectos especiales, o una comedia chorra. Este año, el productor Judd Apatow (Lío embarazoso, Virgen a los 40) nos acerca una película que por ahora está funcionando bien en Estados Unidos y otros países. Y cómo no, es una comedia romántica. Sucede que este tipo de cine vende entradas de manera sistemática, porque gusta, tiene personajes entrañables (normalmente disfuncionales más desgraciados que nosotros, por eso nos caen bien) y situaciones bordadas con humor que entra por los ojos, y ahí se queda. Por supuesto, todo depende del estado anímico y del gusto de los espectadores. Conozco a más de un/a plumilla que dice no comer “basura” y luego lo puedes encontrar viendo a escondidas Pretty Woman (filme que bate récords de audiencia con cada nueva reposición), u organizando maratones cuya principal delicatessen es Notting Hill. Como diría el clásico: “Harina de otro costal”.

La boda de mi mejor amiga (no confundir con La boda de mi mejor amigo con Julia Roberts), dirigida por Paul Feig, cuenta la historia de Annie (Kristen Wiig, filón cómico de Saturday Night Live), una treintañera a la que todo le sale torcido, tanto en el amor como en el ámbito profesional. Después de cerrar su pastelería y ser abandonada por su novio, resiste mendigando sexo con un hombre (Jon Hamm) vanidoso y superficial. Un día su mejor amiga Lillian anuncia que va a casarse, así que ella se ofrece como dama de honor.  Lamentablemente otra de las damas y gran amiga de la prometida (Rose Byrne), oficia de china en el zapato para la visceral Annie. A partir de ahí, se desata un tornado de sketches cuya verborrea sexual rompería los cánones de aquellas desesperadas que calzaban Manolos en Nueva York. Lo que nos disparan es una dosis de entretenimiento puro y duro, cimentada sobre la estimable presencia de un reparto coral que proviene del teatro. Kristen Wiig, además, firma el guión junto a Annie Mumolo. Las dos se conocieron hace años en la compañía teatral de improvisación The Groundings y decidieron ponerse manos a la obra después de que Judd Apatow, con el que Wiig trabajó en Lío embarazoso, le pidiera expresamente que comenzara a escribir una película. “Llamé a Annie y le pregunté si le apetecía unirse a mí. Me había hablado de una idea suya y sugirió que la usáramos”.

Podemos separar este filme en dos: una primera parte salpicada de un estilo hilarante aunque demasiado permisiva con las (malas) metáforas sexuales, chistes de genitales y muecas groseras. Aunque los diálogos fluyan con  naturalidad y el interés crezca sin respiro. Tras unos minutos en el avión camino de Las Vegas, y ya en la segunda mitad, el filme se transforma hasta el paroxismo. Los golpes de efecto no sorprenden como antes, y salta a la vista que personajes secundarios como los interpretados por Melissa McCarthy (la futura cuñada) y Matt Lucas (la perfecta magia de cómo hacer reír diciendo tan poco) han sido desaprovechados. Esta primera es la versión femenina, y sin embargo marimacho en esta peli, de Ricky Gervais. Sus gestos, sus movimientos y hasta sus rasgos faciales recuerdan a David Brent en The Office. La propia actriz describe su personaje  como una máquina excavadora: “Me encanta Megan. Desde un principio decidí que su ropa no sería femenina. Parece estar loca, pero es feliz y muy equilibrada. No tiene problemas con los hombres, sabe lo que quiere”.

Al final, pesa más lo previsible y la fórmula dogmática del “desenlace buenrollista”. Este Resacón en Las Vegas con estrógenos posee una agradable vocación transgresora. Pero ésta acaba siendo típica y perezosa a la hora de ir más allá. Intenta librarse de los estereotipos, y por un momento me arranca una sonrisa. Reconozco eso tan necesario de la espontaneidad y la química entre compañeros. Un valor en pérdida dentro del cine. En cualquier caso, tan sólo perdura por sus actrices y, sobre todo, por Kristen Wiig, una bestia cómica forjada en la dramaturgia.

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Nota: 6